Raphael y Natalia Figueroa: así fue su boda secreta, que acabó en fiesta multitudinaria

El 14 de julio de 1972, Raphael y Natalia Figueroa se daban el ‘sí, quiero’ en Venecia y en una boda que pretendía que fuera secreta pero que acabó en las portadas de todas las revistas

foto autor Conchi
Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

BODA RAPHAEL
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En 1971, Raphael se empeñaba en desmentir cualquier indicio de relación con la nieta del Conde de Romanones y jovencísima periodista, Natalia Figueroa. “Desmiento enérgicamente rumores de boda”, aseguraba ese año a la revista Lecturas. Se les había visto de la mano y compartiendo secretos y confidencias, incluso, ella le había acompañado a la grabación de un tema. “Solo somos buenos amigos”, aseguró ella en la carta que remitió al diario Pueblo. Unos meses más tarde, estaban organizando su boda: un enlace que pretendía ser secreto y que acabó convirtiéndose en portada de todas revistas. No obstante, él era un artista famosísimo y ella, compañera de profesión de los periodistas que querían saberlo todo. 

Natalia Figueroa y Raphael, pertenecientes a dos mundos contrarios

Ella, aristócrata, “una niña bien”; que había estudiado en los mejores colegios y que había querido convertirse en periodista. A Natalia Figueroa no le faltaban aptitudes. Tenía buenas dotes para la escritura y como comunicadora también tenía tirón. Empezó a colaborar con diferentes medios y publicó sus primeros libros. Y, mientras, él. Nacido en Linares, pero llegado a Madrid con la promesa de prosperar. Criado en barrios obreros y con la esperanza de que, algún día, sería un artista. A Rafael Martos se le daba bien el canto y, cuando se presentó la festival de Benidorm, el jurado vio en él una estrella en ciernes. Tenía que cambiar su nombre. Algo más internacional… ¡Raphael! ¡Sí, Raphael, perfecto! Esa ‘ph’ aportaba el puntito justo del idioma anglosajón sinónimo de modernidad en los años sesenta en España. 

boda raphael
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A ella se le relaciona con diferentes hombres, como el actor Vicente Parra. Mientras, la vida amorosa de Raphael es todo un misterio. No se le conoce pareja. Empiezan los rumores. Pero ‘el niño de Linares’ no tiene tiempo para eso. Trabaja sin descanso para convertirse en aquello que siempre soñó. Le compra una casa a su madre y a su padre y busca que tengan una comodidad económica que siempre persiguieron desde que emigraron de Jaén. 

Un día del 1968 son presentados. “Esta es Natalia”, “este es Raphael”. Se saludan y comienzan charlar. Ni flechazos ni pasión loca. Se volvieron buenos amigos y, tras eso, llegó el amor. Una relación cocinada a fuego lento, como el mejor de los platos de nuestra cocina. Un guiso que dura hasta día de hoy. 

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Así fue la boda de Raphael y Natalia Figueroa

Mientras que en 1971 aún negaban que tuviesen nada, la pareja ultimaba todos los detalles y en julio de 1972 se producía el ‘sí, quiero’ en una boda como pocas se habían visto antes. 

Los novios citaron a todos sus invitados en el aeropuerto de Madrid sin revelar destino. Un montón de señoras y caballeros que desconocían que las intenciones de los novios eran volar hasta Venecia y, una vez en la ciudad italiana, celebrar el enlace. Todo era secreto, no querían contar nada a nadie, uno, por el secreto, dos, para que la prensa no se enterase. Pero se enteraron. Aquella troupe de invitados acabó conviviendo en el viaje con un montón de fotógrafos y compañeros de profesión de la novia que descubrieron los planes de esta.

Y, ahí estaban, el 14 de julio de 1972, en la iglesia de San Zacarías. Unos novios deseosos de casarse, un montó de familiares que no se esperaban el destino y unos periodistas que disfrutaron reportajeando una de las noticias del año. Raphael y Natalia Figueroa no pudieron pararlo, y, al final acabando aceptando que la prensa debía ser parte del enlace. Y así fue. Los fotógrafos dieron cuenta de absolutamente todo y los recién casados sonrieron y disfrutaron de su gran día. 

De eso hace 51 años y el matrimonio sigue sólido. Para Raphael casarse y tener hijos era un sueño y lo hizo posible al lado de esta mujer que se puso el mundo de la aristocracia por montera y organizó junto al artista clave de los 60 la boda más sorpresa menos sorpresa de todas.