Salvando las diferencias que aporta el momento histórico y un hecho tan diferenciador como el efecto amplificador las redes sociales, Isabel Pantoja era, en 1978 y para entendernos, el equivalente a la Rosalía de nuestros tiempos. Con solo 22 años, tenía superadísima la etiqueta de "joven promesa"y había tocado ya prácticamente todos los palos. Cantante, personaje televisivo, actriz y empresaria. A su corta edad, su ambición no tenía límites. Tampoco su inclinación por el control, que rozaba lo obsesivo. Como el dinero, un asunto que ahora se ha convertido en la gran brecha que le separa de su hijo, Kiko Rivera. ¿Nos encontrábamos en 1978 en la semilla de la guerra familiar de Cantora? Al menos, se aprecian detalles que reafirmarían esta hipótesis.
El cuarto número de Lecturas Años Dorados, la revista deliciosamente retro de tu kiosco, recupera una reveladora entrevista a Isabel Pantoja que, con 22 años, pasaba por su momento más dulce a nivel profesional. Tenía toda la vida por delante y no presagiaba la amenaza de las tragedias que la esperaban en el horizonte.
Coplera, folclórica, pasional y rebelde. Isabel Pantoja ya contaba, por aquel entonces, con cinco discos en el mercado, sonaba en todas las radiofórmulas, estaba en boca de todos. Solo habían pasado cuatro años desde su brillante debut en el Teatro Calderón y El corral de la morería quedaba ya como una valiosa experiencia en su fulgurante estrellato. No veía límites y, en un paso adelante muy inteligente, decidía convertirse en la máxima responsable de su propia compañía de música.
Había tomado la decisión con la seguridad que exhibía en público, y respaldada por sus compañeros de profesión. “No tengo miedo de meterme a empresaria porque no me siento empresaria. Todos en la compañía somos amigos. Entre nosotros reina una gran camaradería”, contaba a Lecturas orgullosa.
Era un paso natural, pues ya era por todos conocida su inclinación por controlar su carrera al detalle. La misma voluntad que la llevó a rechazar un éxito de taquilla, porque no estaba dispuesta a desnudarse en pantalla. La Pantoja lo mira todo con ojo escrutador: supervisa de primera mano los peinados y trajes con los que sale a cantar, y no eran raros sus paseos al kiosco más cercano para ver cómo sale en las revistas. Un carácter observador que, en cambio, no la ayudó a predecir el doloroso enfrentamiento que cuatro décadas después protagoniza con su hijo.
Viaja al pasado y bucea en la vida de los personajes más potentes de papel couché con Lecturas Años Dorados. La revista con agradable aroma vintage que ha enamorado a todos los amantes del glamour desde una óptica actual. Lecturas Años Dorados se ha convertido en una publicación icónica desde su primer número, y ya puedes conseguir el especial de 1978, ¡te esperamos en el kiosco!