La historia de la princesa Grace es la de una mujer joven y hermosa llegada del otro lado del Atlántico que, aureolada por la gloria del cine, ha hecho revivir de nuevo, durante los doce años que lleva unida a su amado Rainiero, un principado que corría riesgo de quedarse dormido para siempre. Grace de Mónaco nos recibe en su despacho para hablarnos de su vida cotidiana de princesa, de esposa y de madre.
¿Cómo organiza su tiempo durante el día, princesa?
Todas las mañanas trabajo por lo menos durante dos horas con mi secretaria. Reservo dos tardes a la semana para las audiencias. Una para la Cruz Roja monegasca, de la cual soy presidenta, y la otra para reuniones diversa con el Festival de Ballets, con el Montecarlo-Flora, un concurso de ‘bouquets’ que tiene lugar en el principado a finales del mes de abril, cada dos años...
¿Es usted misma quien establece los menús?
Por lo menos los sugiero. Pero desde hace doce años tengo a Charles, el jefe de cocina, y a Pioche, el segundo cocinero, que saben bien todo lo que me gusta. Adoro los platos del Midi y también el ‘boeuf bourguignon’. En verano, encargo muy a menudo un bufé frío que se dispone cerca de la piscina y almorzamos en el jardín, mientras nos bañamos. Al mediodía, en invierno, cuando no hay ninguna recepción en palacio ni tenemos invitados, solemos almorzar con los niños muchas veces y otras con los diversos miembros de nuestra Casa.
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¿Qué tiempo dispone para dedicar a sus hijos?
El máximo. En principio todos los fines de semana. Tomamos a menudo el almuerzo, un ‘breakfast’ a la inglesa, juntos. Todos los jueves reservo igualmente para mis hijos una parte de la tarde y merendamos en la ‘nursery’.
Los príncipes son todavía unos niños. ¿A qué juegan?
Alberto juega al fútbol. Se disfraza de ‘cowboy’. Tiene infinidad de soldaditos de plomo y muchos coches pequeños. Los más bonitos se los regaló su abuelo, el príncipe Pierre. Carolina juega con sus muñecas.
¿Cuáles son las relaciones de los dos mayores con la princesa Estefanía?
Excelentes, pero debo reconocer que Alberto es el más paciente. Le presta los juguetes gustosamente y da largas explicaciones a su hermana.
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¿Creen todavía los tres en Papá Noel?
Los dos mayores no, por supuesto. Pero nunca abordamos ese tema. Continúan escribiendo sus cartas y su niñera las lleva al correo. Es una tradición que les gusta.
¿Llega el momento en que tiene que castigarlos?
De vez en cuando tengo que prohibirles alguna cosa, por ejemplo, que vean la televisión. En esos casos no tienen derecho a ver las películas de ‘cowboys’ y las de espionaje.
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¿Cuál se parece más a usted de sus tres hijos? ¿Hay alguno que se sienta atraído por los Estados Unidos?
El príncipe Alberto es el que está más cerca tanto física como psicológicamente de mí. Pero se siente en su casa tanto en Europa como en los Estados Unidos, lo mismo que Carolina. Creo que ambos pueden beneficiarse de lo mejor de las dos culturas.
¿Es una apasionada de la televisión?
Me gustan mucho ciertas emisiones, pero nunca me quedo plantada frente al televisor. A veces veo solo la mitad de un programa. Muy a menudo, mientras estoy ante el televisor, hago punto o bordo.
Si no fuera princesa de Mónaco, ¿dónde le gustaría vivir en Europa?
En España. Pasé allí mi luna de miel. Me interesa mucho la historia del país. La reina Victoria Eugenia viene muy a menudo al principado, donde reside en la antigua casa del príncipe Pierre. Mantenemos igualmente excelentes relaciones con el príncipe y la princesa de Asturias