Víctor Beltrán es de Paiporta y trabaja en una clínica de fisioterapia en Valencia capital, donde pasaba "un día normal" el martes, 29 de octubre, con la única diferencia de que había una alerta por lluvias, lo que llevó a su novia a dirigirse a su trabajo en coche y no en moto, como hace los días en los que no hay previsión de precipitaciones. Él regresaba a casa en metro, como hace habitualmente y ahí comenzaba para él, para su pareja y su familia una auténtica pesadilla de la que todavía le cuesta despertar, porque está el shock y una mezcla de emociones, mientras él y sus vecinos tratan de salir adelante en una "normalidad" en la que se multiplican las comillas, por lo difícil que es recuperarla.
El protagonista de esta historia quiere compartirla con Lecturas y también dejar una reflexión sobre los valores y el tipo de sociedad en el que vivimos, así como lanzar un mensaje calmado sobre las responsabilidades políticas y pedir que lo que pasaba hace dos semanas en tantos pueblos de Valencia y en las otras zonas afectadas en Albacete, Cuenca o Andalucía, no caiga en el olvido con el paso de los meses. El hecho de que su abuela, su padre y él sobreviviesen a la catástrofe aquella tarde fue, nos dice, fruto de la combinación de un cúmulo de factores y la unión de la familia en esas horas de agonía.
La historia de supervivencia de Víctor y su familia durante la peor DANA del siglo
"Estoy un poco mejor que la semana pasada", contesta Víctor a nuestra llamada antes de contar su historia, de las de supervivencia, pero que muestran la cruda realidad a la que se enfrentaron decenas de personas aquella tarde del 29 de octubre de 2024. Regresaba de la clínica en la que trabaja como fisioterapeuta en metro cuando empezó a percatarse de que aquella DANA podía no ser como las anteriores: "Cojo el metro y voy viendo vídeos que nos envía mi hermana del barranco, del puente de Paiporta y veo lo que está pasando con el agua, pero nunca te imaginas cómo iba a desbordar, porque nunca había llegado a ese punto". En uno de esos vídeos es en el que percibe que el agua "va desbordando por el puente viejo del ayuntamiento", lo que empieza a asustarle, ya que no sabe si el metro podría pasar por el nuevo, necesario para llegar a su destino: "Efectivamente, nos para en Valencia Sur y, no sé por qué, decido salir corriendo, porque sé por dónde se puede ir".
Reconoce que "era peligroso, porque en el puente de Picaña el agua estaba brotando y es pasar el puente y pasar una ola por encima", pero por "suerte" pudo cruzar y llegar adonde estaba su familia, una casa baja: "Entro, empiezo a sacar agua como si estuviese loco, pero me asomo a la puerta y veo por el cristal que el agua estaba ya a un metro; no me lo creo hasta que me giro y veo que rompe el cristal". Se trata de una edificación antigua y empiezan a escuchar cómo se rompen también los tabiques de la parte trasera, por la fuerza, momento en el que sale para decidir dónde se pueden resguardar y consigue poner a salvo a un vecino mayor que estaba cruzando la calle, a sus mascotas y a su madre. "Mi abuela estaba encima de una mesa, sentada en una silla, porque no puede mantenerse en pie y hay un momento muy crítico, que está subiendo el agua y nosotros estamos atrapados dentro y el agua no deja de subir", recuerda el fisioterapeuta.
Por teléfono, habla con un amigo policía que ubica su casa a través de 'Google Maps' y le da indicaciones para conseguir salir de allí, pero no podía hacer lo que le estaba diciendo el agente y tuvo que pensar alternativas en muy poco tiempo: "Con sangre fría, sin saber cómo, porque nadie está preparado. Estábamos nadando en casa, mi padre no conseguía abrir la puerta y por debajo del agua consigo abrir el pestillo". En ese momento, se da cuenta de que tienen una ventana de cara a la calle, así que decide sujetar a su abuela y se aferran a los barrotes. "Lo que parecía solo media hora, cuando el agua baja, fueron alrededor de tres horas, hasta que ya podemos hacer pie y los vecinos nos consiguen meter en una casa".
Horas de agonía y su novia rescatada por la UME en la carretera de Valencia durante la DANA
Cuando se pusieron a salvo, sus vecinos pudieron dejarles roma seca y resguardarse del frío, mientras no tenían cobertura ni la posibilidad de usar algún teléfono para llamar a los suyos. Su novia, mientras tanto, estaba en la carretera V-30, donde fue rescatada por la UME a las cinco de la madrugada, sin poder saber cómo estaba Víctor y qué había pasado con él y su familia hasta el miércoles a mediodía. "Mi padre salvó mi móvil, por si nos quedábamos fuera, poder llamar a alguien, pero lo hicimos con todos los teléfonos de emergencias y o nos indicaba que no existían o no daba señal. Luego nos enteramos que se habían caído varios repetidores por la fuerza del agua".
"A mi novia la llamo cuando estoy en el metro y le digo que no salga de Valencia, porque se estaba inundando Paiporta e iba a ser peligroso, pero ella llama a su abuela, que vive en Sedaví y le dice que allí está todo normal sobre las 7 y cuarto de la tarde, así que decide ir hacia allí para ver cómo está todo", relata sobre lo último que supo de su pareja hasta que al día siguiente pudieron recuperar el contacto: "Yo hablo con su prima al día siguiente y le digo que le diga que esté tranquila y que estamos bien". Todo eso le hace vivir con "cierta ansiedad y miedo" por revivir algo así y pensar que no puede decirle a su familia que está bien si le pasa algo: "Son muchos días que seguimos despertándonos por la noche de repente, cada vez que escucho los helicópteros y las sirenas; me giro con mucho susto".
Paiporta es su pueblo "de toda la vida" y son miles los recuerdos que recorren esas calles en su mente, porque las ha visto, nos cuenta, "en todo su esplendor" y, ahora, "se va a convertir durante un tiempo en un pueblo fantasma". "Es un pueblo triste, se siente el dolor y cuesta estar. No puedo ir allí todos los días, porque me rompo cada vez que salgo y veo lo que ha pasado", se emociona. Cuando llega a su casa y ve que hay luz, agua caliente y que funciona todo se pone a llorar y todavía a día de hoy pasan por muchas "horas de silencio y de estar al borde de la lágrima" mientras ven las noticias y los programas informativos relacionados con la peor DANA del siglo, aunque a veces traten de evitarlo.
El mensaje de un superviviente sobre las responsabilidades y el ruido político
El mensaje de Víctor sobre las responsabilidades y el ruido político ocasionado por las consecuencias de la DANA sorprende, porque entre tanto ir y venir de críticas, transmite calma y nos muestra lo que es trascendental para ellos en estos momentos: "Desde dentro y desde el corazón, me da igual lo que estén diciendo los políticos, porque mi pueblo está roto y hay personas flotando. A esas personas no les puedes decir quién se ha equivocado. Lo que necesitamos es el ánimo y la ayuda para intentar a hacer la vida que se ha perdido". No piensa en lo que tenía que haber hecho cada uno, sino en lo que están llevando a cabo los suyos para "empezar a reaccionar", aunque aquella tarde del 29 de octubre sí tendría que haberse actuado con prevención y de otra forma: "Cuando suena la alerta yo estaba ya agarrado a la ventana. Me llega y no sé ni lo que es y, por otro lado, los vecinos de mi abuela son mayores y, aunque no quieras pensarlo, sabes que ya están ahogados en ese momento".
Lo cuenta, nos dice, con frialdad, porque cree que todavía está en shock: "Hasta que todo pase, no soy consciente de lo que está pasando. Hay muchos casos similares de personas que consiguieron salir, porque no tocaba en ese momento y se juntaron los factores para que pudieran ser supervivientes". Además, quiere dar las gracias en mayúsculas a todos los voluntarios, porque aunque ha sido muy difícil coordinar la ayuda, se han desvivido para apoyarles en todo lo posible, incluso con la "dificultad" que han tenido para pedirles algo: "Me sabía mal pedirles cosas, porque primero queríamos hacerlo nosotros y era complicado decirlo. Todavía estamos en una fase de duelo y todavía nos quedan unos meses para darnos cuenta de lo que ha pasado".
Una reflexión tras la DANA y que no se pierda el recuerdo
Cuando todo pase y las personas que puedan hacerlo empiecen a regresar a sus casas, todo habrá cambiado y así lo lamenta Víctor, que cree que se darán cuenta en ese momento que faltará ese kiosko en el que compraban el periódico o el sitio al que acudían a diario a tomar un café mientras echan de menos al vecino que tenían al lado y que ha perdido la vida en esta catástrofe sin precedentes. Cree que, aunque no hay nada bueno, han "ganado" con las personas que, como él, han sobrevivido y a las que antes solo saludaban, porque ahora se han convertido en esa mano que presta y comparte comida, en ese miembro más de un equipo que trabaja unido para rescatar a un pueblo como Paiporta. "Si no trabajas por quien tienes al lado, no puedes pedir a alguien que lo haga por ti y hay un problema social en España que esta catástrofe va a sacar a flote", nos deja Víctor como reflexión, ya que ha visto a vecinos que paseaban mientras otros se desvivían tras el paso de la DANA.
"¿Qué tipos de valores se transmiten cuando es tu pueblo y tras una catástrofe, no ayudas? Aquí, el que más o el que menos tiene a alguien al que le ha tocado vivir algo de esta tragedia", pregunta y responde al mismo tiempo el fisioterapeuta, que solo pide que esta tragedia no quede en el olvido. Cuando pasen los meses y deje de abrir programas y portadas, necesitarán gente que les ayude y que se mantenga el recuerdo de lo que ha pasado en una zona de España que ha sido tremendamente castigada por las lluvias torrenciales, como nunca antes habíamos visto en nuestro país. Desde aquí, le brindamos el compromiso de hacerlo y él mismo hará lo propio en sus redes sociales: "Yo tengo muy pocas fotos de ese día y lo siguiente que haré es dedicar tiempo a que no se olvide cuando pase todo esto, por redes sociales y que se acuerden de que en Valencia ha pasado esto".