Se trata de una acción que no podemos controlar, aunque a veces lo evitemos por no querer ser vistos o por una mera cuestión de educación. En ese segundo caso, no obstante, podemos explicar que se trata de algo necesario para nuestro cerebro y basta con cubrir nuestra boca con la mano abierta. Hablamos del bostezo, sí, porque aunque ya se han alcanzado conclusiones sobre este gesto, los neurocientíficos han ido dando nuevos pasos con el tiempo para explicar algunas conexiones importantes, aunque no han podido dar una respuesta clara en todas ellas.
Es el caso de la razón por la que se contagian, parece haber una relación con la empatía y el reflejo, pero no hay un consenso y una respuesta clara que los expertos puedan dar de forma rotunda. Científicos de la Universidad de Notthingham, en Reino Unido, han incidido en el estudio de este impulso involuntario, ya que llegar al origen, saber cómo se produce y por qué lo replicamos al verlo en otras personas puede ayudar en el tratamiento de síndromes como el de Tourette o en la epilepsia. Hay otro falso mito que fue desmontado hace ya tres décadas y tiene que ver con la errónea creencia de que bostezar oxigena el cerebro.
Las conclusiones de los expertos con respecto al bostezo y su contagio
En 2017, un grupo de científicos de la Universidad de Notthingham llegaron a un importante descubrimientos que podría ayudar en la cura de síndromes o enfermedades ligadas a tics nerviosos. Para ello, es importante descifrar cómo se activa el bostezo y se debe a "reflejos primitivos en la corteza motora", tal y como resumen en la 'BBC', donde también detallan otras conclusiones del análisis llevado a cabo por estos expertos.
Llama poderosamente la atención una curiosidad relacionada con los bostezos y es la duda de por qué se contagia, algo que se conoce como un ecofenómeno, dado que se produce una imitación automática, casi de manera instantánea cuando observamos a otra persona abrir la boca, lo que algunos especialistas también han explicado a través de ese reflejo, pero Andrew Gallup, psicólogo de la Universidad de Nueva York, refutaba la opción de que tuviera cierta relación con la empatía.
"Seguimos sabiendo relativamente poco sobre por qué bostezamos. Varios estudios hablan de que hay una relación entre el bostezo contagioso y la empatía pero, los resultados apoyando esta teoría son diversos e inconsistentes", decía el experto, que insistía que en "este último estudio todavía aporta más pruebas de que bostezar no tiene nada que ver con un proceso empático".
Introducen, eso sí, en esta investigación, la "excitabilidad", ya que pidieron a las personas que participaron en el estudio que reprimieran sus ganas de bostezar, algo que resulta limitante, porque también han observado que aumentan cuando tratan de frenarlo. Una vez leídas sus conclusiones, -publicadas en la revista 'Current Biology'-, y haciendo un ejercicio de reflexión, es cierto que resulta demasiado complicado e incómodo evitar bostezar cuando tenemos ganas y el impulso de hacerlo.
Sueño, hambre o aburrimiento y los mitos del bostezo
Se han llevado a cabo numerosos estudios relacionados con el origen del bostezo y, como hemos visto en el que nos centrábamos anteriormente, se refutan ciertas teorías anteriores y no hay un consenso que permita dictar sentencia. Lo hacemos cuando tenemos sueño, hambre o cuando nos sentimos aburridos, pero aunque hay una hipótesis muy popular que relaciona este impulso con la oxigenación del cerebro y que vendría a indicar que este se enfría cuando abrimos la boca de esa forma, hace 30 años se refutaba esa posibilidad.
Jorg Massen y Kim Dusch, especialistas en biología cognitiva, llevaron a cabo observaciones en Viena y en Arizona, con dos climas bien distintos y fijaron una temperatura que, según sus hallazgos, sería la óptima para el bostezo, en los 20º centígrados, ya que con las gélidas temperaturas de la capital europea o los mercurios disparados, en el estado de EEUU, se observaba una disminución en esta acción incontrolada que nos afecta a todos.
El médico Manuel Díaz-Rubio hacía una puntualización distinta en el diario 'ABC', cuando presentaba 'Los síntomas que todos padecemos', apuntando a los estudios que vinculan el bostezo al hipotálamo y al neurotransmisor dopamina, algo que también daría explicación a que bostecemos menos con el paso de los años, así como su lazo con ciertas necesidades como el hambre, el sueño o a que esté asociado a momentos de aburrimiento, incluso a la actividad sexual.
Hay otras curiosidades que han llamado nuestra atención y es que en el programa 'Ahora o nunca', de 'Televisión Española', destacaban que la duración media de un bostezo es de unos 6 segundos, aproximadamente y no solo puede contagiarlo el hecho de observar como alguien lo hace, sino también el simple hecho de escucharlo o leer la palabra. Además, la mayoría de animales lo hacen y hay una excepción que confirma la regla entre los vertebrados: la jirafa.