Por qué las sardinas pueden evitar más de 700.000 muertes prematuras en el mundo

Sustituir la carne roja por este pequeño pescado a la anchoa, por ejemplo, ayudar a prevenir enfermedades que sí se originan con el consumo continuado de la carne de vacuno

Enrique Espada
Enrique Espada

Periodista especializado en actualidad

Sardinas
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Aminorar la ingesta de carne roja y sustituirla por pescados de pequeño tamaño como, por ejemplo, sardinas o anchoas podría prevenir miles de muertes prematuras de aquí a 2050, según el último informe de 'BMJ Global Health'. Concretamente, 750.000.

Estos peces, a diferencia de carnes rojas como las de vacuno, son muy ricos en ácidos grasos poliinsaturados por lo que reducen en gran medida la aparición de problemas cardíacos y otras enfermedades asociadas directamente al consumo de carne. 

Doble S: Sardinas y sostenibilidad van de la mano

Además, este sencillo cambio de los hábitos en la alimentación no solo ofrece los beneficios nutricionales mencionados, sino que además potencia la sostenibilidad del planeta. Y es que la pesca genera siempre menor perjuicio al medio ambiente que la menos favorable ganadería intensiva.

Y, aunque simplemente se trata solo de un cambio en la mentalidad del consumidor, lo cierto es que es una gran mayoría la que no tiene conciencia sobre ello. Según datos recientes, la mayor parte de arenques, caballas o sardinas pescadas se destinan, principalmente, a la alimentación de otros animales de ganadería y no para el consumo humano.

El reconocido doctor Francisco García-Gavilán, consultado por ‘La Vanguardia’ lo tiene claro. Multiplicar su presencia en cualquier dieta como sustituto de la carne de vacuno, explica, “no solo es una mejora a nivel de salud pública, sino que afectaría positivamente sobre algunos de los actuales problemas de sobreexplotación, cambio climático y desnutrición con un mínimo de esfuerzo aplicado sobre políticas comerciales, ambientales y nutricionales”.

Una recomendación de la OMS

La recomendación, que ya incluso la propia Organización Mundial de la Salud promulga, es susceptible de hacerse en cualquier país del mundo. Las autoridades deben priorizar este asunto, tanto en países desarrollados como Estados Unidos, donde gran parte de la población es obesa por la grasa y otros inconvenientes asociados a la carne roja, como en los que están en vías de desarrollo. En estos últimos, ubicados principalmente en África, “la malnutrición aumenta los costes de la atención de salud, reduce la productividad y frena el crecimiento económico, lo que puede perpetuar el ciclo de pobreza y mala salud”, según la OMS.

Además, el reciente estudio de 'BMJ Global Health' lo calcula con precisión. Si se aumentara el consumo de anchoas, sardinas o arenques, sin exceder en ningún caso sus límites de pesca, el de carne roja bajaría en un importante ocho por ciento. Se trataría, por tanto, de un incremento en el consumo de estos peces pequeños con la que se conseguiría acercarse a los niveles recomendables de consumo de pescado según estándares globales.

Si se consigue tal hito, García-Gavilán para ‘La vanguardia’ explica más beneficios indirectos de lo que supondría este importante giro nutricional a nivel mundial: “La aplicación de políticas alimentarias a nivel nacional que favorecieran el consumo de pescado no solo produciría una mejora de la salud de la población española, sino que disminuiría el gasto sanitario y potenciaría el seguimiento de la dieta mediterránea y de la dieta atlántica, dos patrones alimentarios en peligro de extinción a pesar de ser mundialmente reconocidos como efectivos en la prevención de patologías”.

Toda la verdad sobre la carne roja

¿Es entonces la carne roja tan nociva?, se preguntarán todavía algunos. Sí. Sin lugar a dudas, porque además todos los estudios hechos hasta la fecha así lo demuestran. El consumo continuado y desproporcionado de este tipo de carnes que provienen principalmente del vacuno ayuda a que aparezcan varias clases de cánceres o, también, diferentes enfermedades de tipo cardiovascular.

Pero hay más: las enfermedades mencionadas son de las más caras de afrontar para la salud pública de cualquier país y, además, la industria ganadera que hay detrás de los grasos chuletones que llegan a nuestras mesa perjudica a corto y largo plazo el bienestar de nuestro ya maltratado planeta.