Un psicólogo explica los secretos del éxito de la Lotería de Navidad: del sistema de recompensas a la 'sinapsis'

Hay una causa cerebral que nos empuja a participar activamente cada año en el sorteo extraordinario de la Lotería Nacional

Pablo Casal
Pablo Casal

Coordinador digital de Lecturas

Sorteo de Lotería de Navidad
GTRES

Faltan solo dos meses para que volvamos a vivir el furor del sorteo extraordinario de la Lotería Nacional, una cita que goza de muy buena salud y que se ha ido heredando de generación en generación desde que se convirtiera en algo regular, en 1839. Estamos hablando de una tradición y un símbolo en España, en el que compartimos y celebramos con ilusión cada premio, porque, además, su retransmisión va más allá del seguimiento en la televisión pública. Los medios de comunicación estamos muy pendientes de lo que ocurre en el salón del Teatro Real y cuando cantan el Gordo, se paraliza el país en busca de los agraciados con el décimo más preciado del año.

En Lecturas hemos analizado por qué tiene tanto éxito con nuestro psicólogo de cabecera, Santi Santamaría, que apunta a varias razones, pero hay una causa cerebral que estaría en el centro de ese secreto. Hay un sistema, el de recompensas, que actúa como base principal para motivarnos a comprar números a lo largo de los últimos meses del año, con el objetivo de resultar ganadores y celebrar, con mayor alegría, las fiestas navideñas. A lo meramente biológico se suma lo social en un combo perfecto para que se repita la ecuación cada 22 de diciembre en millones de casas.

El sistema de recompensas para explicar el éxito de la Lotería de Navidad

¿Por qué cada Navidad disfrutamos participando en el sorteo extraordinario de la Lotería Nacional? ¿Por qué cada año se mantiene como un plan inamovible en la cultura española? Esas son las preguntas principales que nos hacemos para tratar de entender el éxito de una tradición que ha sobrevivido a mejores y peores momentos. Hay un aspecto meramente biológico que nuestro psicólogo explica a través del sistema de recompensas: "Es la base principal a nivel cerebral, porque nos movemos por aquello que nos recompensa". "Partimos de la base de que nuestros principales hobbies, deseos y conductas que disfrutamos, en repetidas ocasiones, están regidos a nivel cerebral por un sistema denominado de recompensas. Es un complejo neuronal que permite experimentar la gratificación, el deseo  y el placer como respuesta a diferentes estímulos", continúa el experto.

En esta experimentación, prosigue, "incluimos el desagrado y el displacer" y "el área implicada en este proceso es el encéfalo", pero para entender el proceso hay que bucear un poco más: "Como quizás muchos hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, la actividad cerebral se guía a través de la comunicación neuronal en un proceso denominado 'Sinapsis', que es aquella interacción neuronal, lo que ocasiona cierta liberación de sustancias que inhiben o excitan la comunicación, otorgando así un resultado del proceso neuroquímico". Hay algo en lo que se incide mucho cuando hablamos de placer y es que se trata de una sustancia que influye poderosamente en "la percepción de lo que nos gusta o aquello que disfrutamos" y, tal y como nos detalla Santamaría, "está relacionado con la liberación de dopamina, producto de esa 'sinapsis' neuronal".

"Lo que ocasiona el conocimiento de aquello que disfrutamos se debe a la experiencia almacenada, al disfrutar de ese evento o hobby. Aquí ya interviene nuestra corteza prefrontal (área encargada de juicio y raciocinio) y aquello que sea determinado como motivacional, se repetirá", concluye. En este sentido, por otro lado, también "incluimos los hobbies personales o individuales", pero también "los culturales y tradicionales", ya que en ellos participamos en grupo y sociedad, compartimos con nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo, como es el caso de los décimos de la Lotería de Navidad, que a menudo son comprados entre dos o más personas.

Compartir la alegría de la Lotería Navidad como seres sociales

El "efecto" que tiene está tradición "nos ha permitido compartir, como seres sociales que somos, esa mañana la Lotería de Navidad" y, de este modo, se consigue un impacto positivo que propicia "la permanencia en el tiempo". Año a año, tenemos ese bonito recuerdo de haber disfrutado juntos del sorteo y, más allá de la mañana del 22 de diciembre, también de esa liturgia de comprar los décimos. Cuando los compramos en conjunto, participamos como sociedad y, de hecho, muchas empresas apuestan por un número concreto que no cambia con el paso de los años, algo que se replica en las familias y en determinados grupos de amigos o, incluso, en peñas y agrupaciones de diversa índole. En estos segundos casos, en los que la participación consiste en apostar un porcentaje de los 20 euros totales del boleto, es importante tener en cuenta que hay que firmar, por seguridad y como recomendación, un documento en el que figuren los nombres y apellidos, documentos de identidad y la fotografía del billete con el número, así como la fecha, para evitar problemas si hay un premio gordo que cobrar posteriormente.

Esta parte más social, nos cuenta Santi Santamaría, va más allá de las ganancias o el retorno económico que nos puede dar la lotería del 22 de diciembre, porque ese día nos sentamos juntos, siempre que podemos, para disfrutar de un chocolate con churros mientras escuchamos la radio o vemos algún magacín esperando el gran momento en el que los niños de San Ildefonso canten el número que va asociado a los 4 millones de euros a la serie (400.000 euros por cada décimo). Se trata de un sonido que se suma al de los bombos y el de las diferentes retransmisiones, que nos generan un sentimiento en lo social que responde a ese lema de que "el mayor premio es compartirlo".