Una madre y su hijo, muertos de soledad: la familia desmiente la hipótesis principal

La Policía Nacional hallaba los cadáveres de un hombre, de 54 años y su madre, de 87 años, en su casa en el barrio de Aluche, en Madrid, sin signos de violencia

Pablo Casal
Pablo Casal

Coordinador digital de Lecturas

Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses
Europa Press

La Policía Nacional hallaba los cadáveres de un hombre de 54 años y su madre, una anciana de 87 años, en su casa en el madrileño barrio de Aluche, en avanzado estado de descomposición y sin signos de violencia. La familia se agarra a la hipótesis del primer atestado y según la nieta y sobrina de las víctimas, fue su abuela la primera en fallecer. 

El síndrome del corazón roto: muertos de soledad

La familia no respalda la hipótesis principal y según informa el programa 'Espejo Público', la nieta y sobrina de las víctimas defiende la conjetura inicial, que sitúa el fallecimiento de la mujer en primer lugar, de un paro cardíaco. 

Tras la muerte de su abuela, su hijo estaría varios días conviviendo con el cuerpo sin vida de su madre y al no poder soportar el hecho de que hubiera muerto, sufría también un fallo cardíaco, que en ese supuesto tendría que haber sido previo a la caída que le ocasionó la brecha en la cabeza y que se conoce como síndrome del corazón roto.



 

"Yo leí un atestado y no nos dijeron nada más. Cuando fuimos al juzgado, nos dijeron que había una diferencia de 15 días en las fechas de la muerte. Es doloroso leer que mi abuela murió de hambre y de sed, aunque sabemos que no es verdad", ha declarado la familiar al citado programa. 

Los vecinos daban la voz de alarma

El sábado 10 de febrero, sobre las 8 de la mañana, los vecinos del edificio daban la voz de alarma al llevar varios días sin noticias de los fallecidos, tal y como relataban en Buenos días, Madrid, del canal autonómico.

En el programa matinal de Telemadrid han hablado, además, con uno de esos vecinos, que cuenta como el vecino de la puerta colindante le llamó a primera hora de la mañana para alertarle del mal olor y decidieron llamar al 112.

Una vez en el domicilio, los efectivos pudieron comprobar que el cuerpo sin vida del hombre estaba tendido sobre el suelo del comedor y el de su madre en la cama de su habitación. “Yo no sé si se daría un golpe con el armario de la cocina porque a nosotros no nos dijeron nada”, justificaba Alfredo.

Preguntado por la relación con sus vecinos y las personas que viven en el barrio, era cercana y el fallecido, además, regentaba hace tiempo un quiosco de prensa en la zona. También ha confirmado que no sabían nada de ellos desde aproximadamente el 9 de enero.

La madre, dependiente de los cuidados de su hijo

Las primeras indagaciones apuntaban a que el hijo fallecía por un accidente doméstico, que habría podido tratarse de un golpe con un armario y que le habría ocasionado un fuerte traumatismo craneoencefálico hasta caer en el suelo del comedor.

Su madre era dependiente de sus cuidados, su situación y estado de salud le impedía moverse prácticamente de la cama y habría muerto días después al no poder disponer de agua y alimentos, así como del resto de atenciones.

Los cuerpos, en un estado de descomposición muy avanzado debido a la cantidad de días desde que se produjeron las defunciones, han sido trasladados al Instituto de Medicina Legal para practicarles sendas autopsias.

Todo un barrio conmocionado

Las trágicas muertes se han producido en el número 54 de la calle Ocaña, en el barrio de Aluche de la capital. Con el ritmo habitual del día a día y al ser unos vecinos que no salían mucho de casa, Alfredo explicaba en la televisión autonómica que no le había extrañado estar tantos días sin ver al fallecido.

“Es una tragedia, un vecino de toda la vida que fallezca en estas condiciones”, lamentaba después de confirmar que había sido el olor lo que les había alertado de lo que había ocurrido cuando su vecino de en frente estaba tendiendo la ropa.

Fuentes policiales apuntan que los sucesos podrían haberse producido hace ya varias semanas, lo que explicaría el estado de los cadáveres y el fuerte olor que percibieron en el edificio. También confirmaban que no había signos de muerte violenta y parecían claras las causas a la espera del informe forense.