Con solo 6 años, Fernando Gil (49 años) tuvo claro que quería ser actor, pero los sueños de aquel niño eran muy diferentes de lo que se encontró cuando empezó a trabajar. Picando piedra, se ha hecho su hueco en cine, teatro y televisión. El 10 de enero se estrenó la tercera temporada de ‘Machos Alfa’ en Netflix mientras representa en el teatro Pavón de Madrid la comedia ‘El jefe del jefe’.
Tu personaje en ‘Machos Alfa’, el chulo del grupo, es muy alejado de ti, ¿es el más divertido de tu carrera como has dicho?
-Total. Suelo ser una persona más afable, menos triunfador a nivel empresarial. Es un tipo tan carismático y tan triunfador que verle morder el polvo es muy divertido.
El éxito de la serie es arrollador. Estrenáis ahora temporada y ya os preparáis para la siguiente.
-Sí, la cuarta se empezará a rodar en febrero, tendrá doce capítulos en lugar de diez.
Mucha gente se ha visto reconocida en ciertos comportamientos de la serie, ¿te ha pasado?
-Sí. El caso de Pedro es tan extremo que no me veo tan reflejado porque toma decisiones bastante bestias. Pero en general, en lo que es el proyecto, sí me he visto en situaciones. Me veo más identificado con el personaje de Gorka [Otxoa, que da vida al amigo que está separado y vive con su hija, con la que tiene una relación muy especial] porque tengo una hija de 11 años. Los hijos nos educan a los padres en esa modernidad y en ese punto de vista. También te ves obligado a intentar devolverle un reflejo masculino a tu hija que sea lo que ella desee encontrarse en el futuro. No acostumbrarse a alguien que no se haya revisado ciertas cosas. Te obliga a revisarte como hombre, llevo once años revisándome eso y creo que me quedan cosas, estoy en el camino.
Tienes una relación muy bonita con tu hija, ¿verdad?
-Nos llevamos genial y lo pasamos muy bien juntos. Es una tía muy divertida, muy madura, te lo pasas muy bien con ella. Da gusto relacionarse con ella e ir con ella a todos los lados.
¿Le gusta que seas actor?
-Le hace mucha gracia y, de repente, vamos por ahí y me advierte de cuando me conocen y me señalan. Le sorprende mucho que me conozca la gente que no conocemos de nada. Tenemos esa cosa de que me coge el móvil y me empieza a grabar y se ríe mucho.
¿Ha visto ‘Machos Alfa’?
-Lo ve todo. A pesar de que la serie tiene algunas cosas subidas de tono a nivel de lenguaje y de sexo, en ese aspecto creo que es mejor que se acostumbre viendo mi trabajo. Es lo que he hecho y no lo voy a esconder, si le apetece verlo pues lo vemos juntos. Ella va descubriendo cosas.
¿Habláis de chicos?
-De momento no, pero sé que le gusta el asunto. No hay nadie, es un poco pronto para que tenga relaciones. Sale con una pandilla donde hay chicos, pero no le conozco ningún ‘crush’. No sé si le avergonzaría decírmelo o no. Creo que me lo diría.
Uno de los papeles por los que el público más te recuerda es por el del rey Felipe, ¿qué significó para ti?
-Es la única ficción que se ha hecho con Felipe VI como protagonista. Desde Casa Real no quisieron meterse mucho porque querían ser asépticos con la historia y no querían decir nada a favor ni en contra. Sí fue cierto que el director se encontró con Letizia y le comentó que era un poco pronto para sacar la historia. Lo vivieron un poco en plan: “Ostras, no han pasado ni cinco años y ya nos están sacando la serie de nuestro noviazgo”. Les parecía pronto y que no había demasiada perspectiva. Para mí significó un paso más para abrirme al público mayoritario. Lo vieron diez millones de personas. La gente me reconocía y me llamaba príncipe por la calle. Ahora me llaman Pedro.
¿Nunca tuviste feedback de Felipe?
-Nunca se me comunicó nada.
¿Nunca te lo has cruzado?
-Nunca he coincidido con él. Me da curiosidad saber qué piensa. Recuerdo que conseguimos cierto parecido, tanto en la cara como en el físico. Y he de decir que sí percibí que, justo cuando se estrenó, acto seguido Felipe se dejó la barba, como para separar [risas]. El tío se había debido ver tan reflejado que quiso marcar distancia.
Llevas 30 años de trayectoria a tus espaldas, haciendo balance, ¿estás donde esperabas?
-Fue una cosa muy vocacional. Desde los 6 años quería ser actor. Cuando empecé, me encontré con un mundo totalmente diferente al que tenía la cabeza, de pronto ves que tienes que competir con todo el mundo. Al principio fue muy duro hacerse un hueco en la profesión, los diez o doce primeros años fueron bastante duros. Ahora estoy lo más cerca a lo que, en un principio, tenía soñado, con la salvedad de que, en mi cabeza, iba a tener una carrera más internacional. ¡Pero me queda bastante tiempo!
Tienes en cartel la obra ‘El jefe del jefe’. A lo largo de tu carrera, ¿te has encontrado algún jefe chungo?
-Sí. No me las he tenido que ver con un productor porque, para vértelas con un productor, tienes que haber metido mucho la gamba [risas]. Pero sí con directores chapados a la antigua que entienden que el trabajo con el actor es ponerles al límite. Entonces, las emociones salen desde un lado muy tóxico, pero muy expresivo. Es una manera de trabajar antigua y siempre hay alguien que sale llorando, se trata de romper emocionalmente a la persona para que esté al filo. Hacer eso es no tener confianza en el talento o las capacidades del actor, porque puedes conseguir lo mismo haciendo entender al actor qué es lo que tiene que hacer y diciendo cómo lo quieres.