Cambiando de tema y hablando de cosas más alegres, un año más pude celebrar el Día de la Madre con mi familia. Qué feliz que podamos disfrutar de mi madre todos. Ese día coincidió, además, con el principio de la Feria de Sevilla. Cuántos años hace que no disfruto de ese paseo por el Real y de esas tardes de toros en esa maravillosa plaza que es la Maestranza. Nunca olvidaré esos paseos de noche por el centro de la ciudad vacío porque todo el mundo está en la feria. Es una maravilla salir de los toros e irte a escuchar hablar a esos hombres y mujeres que llevan cincuenta años asistiendo a las corridas y oír sus crónicas en los bares. Empaparte de su sabiduría no tiene precio. ¡Cuánto he disfrutado en Sevilla y cuánto espero poder disfrutar de esa ciudad!
Volviendo al Día de la Madre, ¡cuánto espero disfrutar de mi madre todavía! Soy una afortunada, porque perder a una madre es perder el referente de tu vida. No es por hacer de menos a los padres. Ya os conté que yo perdí al mío siendo muy jovencita y eso, de alguna manera, me ha marcado también. Creo que esa conexión que se inicia en el interior del cuerpo de una madre es especialmente diferente. Cuánto lo siento por todos mis amigos que no tienen a sus madres. Sé lo mucho que las echan de menos todos los días. Por eso, espero poder vivir muchas cosas con la mía muchos años más y que tenga la salud necesaria para que disfrute de la vida. Felicidades a todas las madres y a las que no lo son, pero que ejercen de ello, también. Mujeres comprometidas, valientes, luchadoras y que no se rinden. ¡Felicidades a todas!