Por si esto no fuera poco, a las pocas horas la prensa empieza a preguntarme por la llegada de Edmundo Arrocet a España. Quiero dejar bien claro que este señor no forma parte de mi vida. Solo ha formado parte de la de mi madre y, consecuentemente, yo he tenido una relación en los momentos que ella ha venido acompañada de él. Nunca me he metido en su relación ni nunca lo haré. Los que dicen que mi hermana y yo hemos hablado de esta persona faltan a la verdad. Lo único sobre lo que opiné fue sobre lo que le pasó a mi madre. Nunca he dicho una mala palabra de él porque, repito, esta persona no ha formado parte de mi vida. No soy tonta y sé que si Edmundo se mete en un reality me va a salpicar, porque no me he caído de un guindo. ¡Esto no me preocupa, señores! Me da absolutamente igual, porque ni yo gobierno su vida ni él la mía. Solo pido que los cañones vengan a mi persona y para mi hermana, que para eso trabajamos en televisión. El tiempo que estuvo en la vida de mi madre siempre tuvimos una relación exquisita, sin una palabra más alta que otra, sin ningún reproche ni nada malo. Lo dije en su momento y lo vuelvo a decir para el que se le olvide. Hablaré de Edmundo por lo que haga en el concurso porque es mi trabajo.
Pido ayuda para mi madre
Hay una persona que es “MI MADRE” que no quiero que le roce esto, que no quiero que esto le haga daño, que no quiero que la asedien las pocas veces que sale de su casa. Mi madre, a sus 80 años, se ha ganado el respeto y el cariño de mucha gente y de muchos compañeros de profesión. Apelo a eso para que le ayuden y para que nos ayuden. Tengo muy claro que a mi madre no le beneficia que le estén preguntando por esta persona que desapareció de su vida voluntariamente. ¡Hasta luego, Maricarmen! Que esta persona esté en un programa de televisión no significa que reaparezca en la vida de María Teresa Campos, que es mi madre. Ruego a todos esos compañeros, que dicen quererla y que me consta que es así, que le ayuden y que me ayuden a que esté tranquila, feliz, y a su estabilidad a sus 80 años. La pelota está en vuestro tejado, compañeros.