El martes de la semana pasada, acudí a la consulta de mi oncólogo para que, por fin, me diera el resultado de mi última revisión. Gracias a Dios, me dice que oncológicamente está todo bien, pero que en la analítica me ha salido que tengo el hígado graso. Esto es algo que me lleva pasando hace algún tiempo. Le pregunté si me iba a realizar alguna ecografía y me dice que, de momento, no. Reconozco que, por primera vez, me desmorono ante él y le confieso: “Sé que nunca más voy a volver a tener relación con ningún hombre”. La verdad es que soltarle esto fue un marrón para él, porque encima me puse a llorar. No es agradable ver a una persona en la situación que me puse porque, además, me tiene aprecio, como yo se lo tengo a él. Al final, él es mi ángel de la guarda en la Tierra. Me preguntó: “¿Crees conveniente tratarte psicológicamente?”. “Lo tengo muy asumido” le contesté. Esto no es una preocupación en mi vida a pesar de habérselo soltado de sopetón. Realmente, yo lloraba por la delicada situación personal que estamos viviendo en la familia. Le agradezco que me escuchara, me comprendiera y me aconsejara. No fue fácil para él la situación, porque no está acostumbrado a verme desmoronarme. Muchas veces, es más fácil hacerlo con alguien que no tiene una gran implicación emocional hacia ti ni tú hacia él. Es como si se pudieran contar las cosas más libremente.
Lo importante es que, de momento, estoy bien. Me comenta que el próximo mes de julio se cumplen cinco años de mi segundo cáncer. Me lo dice planteándose retirarme la medicación. Yo, sinceramente, le dije: “Doctor, a mí me da igual pasar toda la vida tomándome esa pastilla. Me da lo mismo, porque cuando dejé de tomármela la primera vez, enfermé de nuevo”. Me dijo que lo entendía, pero que necesitaba saber cómo estaban mis huesos. Pues ya se lo digo yo: hechos polvo. Las siguientes pruebas serán tórax, ecografía de mama, analítica y densitometría ósea para saber si puedo seguir con el tratamiento. Me parece lo más sensato. No esperaba otra cosa de su profesionalidad. A las 24 horas de salir del médico ya recibo la cita para finales de junio. ¡Madre mía, no me han dado tiempo a darme un respiro! Eso es tener el trabajo bien hecho y organizado. Así que en los próximos días me irán citando para hacerme las diferentes pruebas.