Increíble, ya hemos llegado a ese siete de enero que tanto ansiaba. Al principio nos prometíamos unas navidades tranquilas, pero, como todo el mundo ha vivido, ómicron nos las ha complicado bastante. En muchas casas ha habido ausencias, y en la mía no ha sido menos. Por esa normalidad –o anormalidad– en la que vivimos, Rocío Carrasco y su marido, Fidel, no han podido venir este año. En Nochebuena nunca vienen, en fin de año no estaban en Madrid y en Reyes tampoco, por las circunstancias que hay. Espero que cuando estéis leyendo esto ya nos hayamos reencontrado, porque lo que está claro es que no hay ningún problema entre nosotros. Dentro de esa anormalidad de año que he tenido, hay que destacar desde las ausencias hasta los conflictos familiares. Algo totalmente inesperado y doloroso para mí. Así os lo he manifestado en más de una ocasión. El día de Año Nuevo ya os conté que tuve una comida familiar con mi madre, mi hermana y mi cuñado. La verdad es que el encuentro más esperado era el día de Reyes, porque, gracias a Dios, nos hemos podido juntar todos. No solo con mi familia, sino también con algunos de mis amigos, que para mí son familia también. Ya sabéis en qué alta estima tengo yo la amistad.