Hablando de cosas melancólicas, el pasado jueves llego a casa por la noche después de estar con mis amigas y no me puedo dormir. Me pongo la televisión mientras me desmaquillo y, de repente, encuentro en un canal un concierto de mi adorado Enrique Bunbury. Lo disfruto muchísimo, pero también lo sufro. Bunbury forma parte de un momento de mi vida muy especial que está ligado a alguien que formará parte de mi vida para siempre. No puedo contener las ganas y la emoción y escribo a José Girl, la mujer de Enrique, con la que tengo una buenísima relación. Le explico que estoy muy feliz de ver cantar a su marido, aunque le confieso que la verdad es que nos hemos quedado un poco huérfanos al no poder disfrutar de su última gira por toda España. Amigo Bunbury, lo más importante de todo es que tú estés bien y feliz con tu mujer y tu hija. No puedo evitar emocionarme cuando al final de concierto escucho ‘Lady Blue’. Es una de mis canciones favoritas, porque durante mi enfermedad me ha acompañado. Sus estrofas han significado mucho en mi lucha contra el cáncer. De hecho, mi hija tiene tatuado en su brazo el título de esa canción. Escuchar las canciones de Enrique Bunbury hace que sienta como un pellizco en el corazón y que, de repente, envíe un mensaje a un hombre que ha formado y formará parte de mi vida; esté cerca, lejos o en el más allá. Un mensaje cuyo contenido siempre quedará para nosotros.