La semana pasada la Peña Periodística Primera Plana celebró la XLVIII edición de los tradicionales Premios Naranja y Limón. A lo largo de su historia estos galardones han sido entregados a diferentes personalidades del mundo de la política, del teatro, de la radio, del cine, de la televisión y de la canción, entre otros. Que, en la época en la que vivimos, una peña como esta siga sobreviviendo es digno de de reconocimiento. El año pasado, tuve el honor de recibir el Premio Limón. Un reconocimiento que de por sí, cuando nació, tenía un tinte mucho más ácido que el que tiene ahora. Lo recogí con el humor, el cariño que se me propuso y, sobre todo, con el respeto que se merecen todos los miembros de esta peña. Hay premios que, cuanto más ácidos son, más humor hay que echarle.
Hace unos días, me enteré que se le concedía el Premio Naranja a mi hermana y el Limón a mi hija, Alejandra. Son premios que tú debes aceptar o no. Yo, en su momento, lo acepté encantada. Cuando Alejandra me lo contó, le dije que la decisión dependía de ella, pero que yo tenía muy claro lo que haría: decir sí, sin ningún tipo de dudas. Al final, no deja de ser un acontecimiento para rodearte de quienes han sido muy grandes en el periodismo y en la sociedad de nuestro país. Volver a verlos en una edad ya tan avanzada no deja de ser un orgullo. Poder abrazar a Javier de Montini, una institución de la crónica social, a mí me llena de emoción. ¡Cuántas cosas, cuántos eventos y cuántas celebraciones hemos vivido juntos a lo largo de la vida! Cuando me encuentro con él la alegría se me cruza con una sensación de cierta pena por mi madre. No sabéis lo que me gustaría poderla ver en actos así, rodeada de la gente que se merece y que profesionalmente ha estado cerca de ella.
Volviendo a los premios y, concretamente, al día de la entrega, reconozco que Alejandra estaba inquieta y que se puso nerviosa cuando subió al escenario a recogerlo. Ella tiene esa capacidad de salir adelante. Al principio, no entendió por qué se le daba el Premio Limón. No es amor de madre lo que voy a decir, porque yo soy la primera crítica con mi hija, pero sinceramente, yo creo que de todas Las Campos la que mejor se lleva con la prensa es Alejandra. Esa es mi sensación y la que tiene mi hija. Por eso, ella empezó su discursó diciendo: “Yo creo que os habéis equivocado”. Su referente, sin lugar a dudas, es su abuela. Gracias a ella ha sabido la importancia de los compañeros de la prensa estén en el lugar que estén, ya sea sentados en un plató o esperando a un personaje en la calle. Como ella bien dijo, hay veces que hay preguntas que son difíciles de contestar, porque a veces no tienen respuesta en el momento en que te la hacen. Mientras mi hija estaba en el escenario recogiendo el premio sentía las miradas hacia mí de los que estaban a mi alrededor. Mi cara era de madre embobada. ¡Eso me daba una cierta vergüenza! No podía evitar ver a mi hija con orgullo y con amor, aunque fuera recogiendo el premio más ácido que se da. No sé si Alejandra es la premiada más joven, pero si no lo es pocas habrán tenido menos edad que ella.
Me emocionó mucho el discurso de mi hermana. Sabía que tenía algo escrito muy bonito, pero pensó que leerlo le pondría más en tensión. Al final, habló desde el corazón, ensalzando lo que somos y de quién hemos aprendido: de nuestra madre. Carmen resaltó ese periodismo de raza, comprometido, de lucha, pero con corazón. Hice un ejercicio inmenso por no llorar escuchándola. Ver a mi hermana contenta al recoger el Premio Naranja me dio mucha felicidad. En los últimos años, se le ha castigado mucho en los platós de televisión.
Como la noche iba de emociones, ver a Lara Dibildos recoger el Premio Mandarina en nombre de su madre, que falleció hace un mes y medio, fue algo muy emotivo y emocionante. Lara, mi rubia, nos dibujó una sonrisa cuando contó la anécdota de cuando su padre, José Luis Dibildos, ponía su Premio Naranja encima de la mesa para chinchar a su madre. Años después, sería la propia Laura la que conseguiría su Premio Naranja especial. A pesar del emocionado recuerdo a su madre, Lara terminó su discurso diciendo: “Papá, lo siento, pero el Premio Mandarina se lo han dado a ella”. Sé que fue un día bonito y triste para ella, pero la ausencia de la persona que más has querido en la vida te lo recompensa el reconocimiento y el cariño que recibe hacia su madre. ¡Larga vida a los Premios Naranja y Limón y a su peña!¡Ah! Y amenazo con ganarme el Premio Naranja, próximamente, pero voy a ir más lejos, que lo mismo gano hasta el Naranja especial.