Es posible que muchos de los que leáis esta semana mi blog descubráis algo sobre mí que no es que tenga importancia, pero sí que os parecerá curioso. El pasado sábado fue mi santo y el de mi madre. Nosotras no festejamos Santa Teresa de Jesús, porque nuestro santo es el día de Santa Teresita de Lisieux, a la que también se la conoce como Santa Teresita del Niño Jesús. Esta historia se remonta hace ya muchos años cuando mi abuela ya era madre de tres hijos varones. El deseo de mi abuela era tener una hija y en la iglesia a la que ella iba en Málaga había una imagen de Santa Teresita del Niño Jesús. Mi abuela, que era muy creyente, siempre rezaba a esta santa y le pedía tener una niña. Le hizo la promesa de que, si se quedaba embarazada y tenía una, le pondría su nombre. Su deseo se cumplió y nació mi madre, a la que mi abuela puso de nombre María Teresa sabiendo que su santo sería cada 1 de octubre. Habrá mucha gente que me conozca que se dará cuenta de que lleva años felicitándome todos los 15 de octubre. Es complicado explicar a todo el mundo que mi santo es por una santa francesa y no por Santa Teresa de Jesús, que tiene una envergadura enorme en nuestro país, como ya se sabe. Sea el día que sea, bienvenidas todas las felicitaciones de los que me quieren. Agradezco a todas las personas que se acuerdan tanto de mi madre como de mí ese día. En Andalucía somos muy de celebrar el día del santo, o por lo menos yo me he educado en eso. Para mí es un día tan importante como el día de mi cumpleaños. Gracias a todos por acordaros de nosotras el día que hemos celebrado un santo especial.