La semana pasada, por fin, salió mi portada en bañador. Un reportaje esperado por unos, deseado por otros y denostado por algunos. Siempre digo que lo importante es no pasar desapercibido. Quiero agradecer a todo el equipo que hace posible cada semana esta publicación y que han conseguido grandes exclusivas a lo largo del año.
Siempre he dicho que no me gusta posar en bañador pero, hacerlo rodeada de grandes profesionales, te hace sentir guapa y segura. Eso es muy importante porque, al final, todas esas inseguridades que uno tiene son capaces de minimizártelas. Así que: “Gracias Alfredo, gracias Pedro y gracias Karmele, porque sois un trío infalible”. Como habréis visto y leído no solo poso en bañador, sino que también hago una entrevista habla do de temas actuales sobre mi vida. Me llama la atención que haya algunas personas y compañeros del medio que les sorprenda que hable de mi madre.¡Me parece curioso, cuanto menos! Resulta que hay muchas personas que durante todo este último tiempo se han permitido el lujo de hablar sin conocimiento de mi madre y, sin embargo, las únicas que lo podemos hacer con conocimiento, valga la redundancia, porque sabemos la realidad somos juzgadas por ello.
¡Estoy harta, pero muy HARTA! No hay día que no tenga que leer confidenciales difamándonos a Carmen y a mí. No solo eso, sino que se permiten el lujo de decir cómo tenemos que cuidar a nuestra madre. ¿Todos los que habláis de ella a caso habéis visto a mi madre o sabéis, realmente, cómo se encuentra? No creo que nadie lo sepa mejor que nosotras para que nos puedan aconsejar de algo. Ya está bien de injurias, ya está bien de calumnias y ya está bien de difamarnos. Aquí nadie ha prohibido nada a nadie. ¡NADA!
Todas las decisiones que tomamos y todo lo que hacemos es por su salud y por su bienestar. Que quede bien claro, porque una cosa es lo que nosotras creemos o qu remos que es lo mejor para mi madre, porque muchas veces ella dice que no. A lo mejor hay alguien a quien se le ha olvidado que mi madre tiene alguna capacidad de decisión por grande o pequeña que sea. Bienvenidas todos y todas esas personas que le hagan feliz a mi madre. Jamás en la vida mi hermana y yo le prohibiríamos nada a nadie que le haga feliz a ella. No hay mayor ciego que el que no quiere ver. Siempre hemos tenido la generosidad de las personas que sabemos que la quieren bien y que la quieren de verdad y entienden que lo que queremos es evitarles un sufrimiento. Cuando hemos tomado alguna decisión al respecto es porque sabemos que ni mi madre iba a disfrutar y que qué necesidad que la otra persona se lleve un mal rato innecesario. Prefiero que esas personas que “quieren de verdad” a mi madre cuando la recuerden lo hagan con el sentido del humor que tiene, con su capacidad intelectual, con su capacidad a la hora de responder y con su inmensa solidaridad.
Esas personas que la quieren de verdad forman parte del mundo de la cultura, del cine, del teatro, de la música, de la política, empresarios y, por supuesto, compañeros de los medios de comunicación. A todas esas personas, que ellas saben quiénes son, se suman sus “amigos de verdad”. Me refiero a esos que nunca se han sentado en un plató de televisión para ponerla verde. Los otros que van de “amigos de verdad” son esos que cuando trabajaban con ella en los programas que ha presentado mi madre la alababan y que cuando han dejado de trabajar con ella sí se han lucrado recorriendo los platós de televisión sacándole la piel a tiras. ¿Ahora muchas personas nos quieren dar lecciones a mi hermana y a mí? ¿Lecciones de qué? Ya está bien, porque nadie tiene más pena de la que nosotras tenemos.