Una vez tuve el honor de que su hermano mayor me dejara tocar la campana y dirigir a los hombres de trono por la calle Trinidad. Eso es lo bonito que me dio mi enfermedad, porque de todo lo malo también hay algo bueno. Ellos sintieron que debían hacer eso por mí en ese momento, porque sabían que yo estaba luchando contra un cáncer. Siempre he creído en Nuestro Padre Jesús Cautivo. Hoy, cuando vea a Jesús el Rico liberando a un preso, veré la imagen de mi padre portando su trono. Algo que hizo durante muchos años. Él estaba en la cabecera del varal al lado de la campana junto a mis tíos Leo, Nacho, José María, Francis y gran parte de la familia. Cuando nació mi hija, de las primeras cosas que hice fue que le pusieran la medalla de esta cofradía. Para mí es muy importante ver pasear su trono por las calles de Málaga. Mañana, jueves, moriré con la Legión viendo portar al Cristo de Mena. Soy legionaria y me gusta cantar su himno. Antes de terminar, no me quiero olvidar de la Virgen de la Esperanza, que lleva entre sus enaguas un trocito del encaje de algo mío que le bordó mi amigo Mario. Lo más importante de todo es que podemos estar aquí y tener un poco de normalidad entre tanta desgracia por la pandemia y la guerra de Ucrania. Ojalá no volvamos a parar la vida ni que nos obliguen a hacerlo, porque la vida es más corta de lo que pensamos. Seguro que os estáis preguntando si pediré algo especial. Este año solo pido salud, pero, sobre todo, me gusta dar las gracias.