Hundido. Deprimido en grado máximo. ¡Urdangarin está peor que nunca! Estos tres meses en prisión le han pasado factura, ve que la vida fuera continúa, y para él todos los días son iguales… Pero, sobre todo, lo que le ha sumido en una profunda y preocupante depresión, que ha precisado tratamiento, es la soledad.
Juega al frontón contra sí mismo, lee, escribe un diario, ve televisión, reza, recorre los cuarenta metros que tiene su patio, ¡siempre solo! Ni siquiera hay funcionarios con los que hablar, porque ellos no tienen permiso para estar con él, a menos que deban prestarle algún servicio. Urdangarin está clasificado como FIES 5, reclusos con notoria relevancia social sometidos a vigilancia las 24 horas diarias, y a diario se elabora un informe sobre su conducta. ¡Nada escapa a Instituciones Penitenciarias de Madrid! Sabiendo que se han llegado a ofrecer hasta 200.000 euros por una imagen suya en prisión, la vigilancia es extrema, se examina hasta el recto de los visitantes para que no puedan introducir ningún móvil.Y ahora se vigila hasta el cielo. Más de una vez se le ha prohibido salir al patio por temor a que un dron pudiera fotografiarlo. Su única alegría son las visitas de su abogado y sus familiares. ¡Es lo único que le devuelve las ganas de vivir!
Su mujer lo llama a diario, hablan durante un cuarto de hora desde una cabina al lado de su celda. Iñaki tiene diez números más con los que puede comunicarse si quiere. No han ido a verlo ni la reina Sofía ni la infanta Elena, pero sí sus hijos en las visitas por “convivencia familiar” que tienen lugar en una salita cada dos semanas, y los vis a vis con su mujer en un cuarto provisto de cama y lavabo. Me dicen que estos encuentros íntimos suelen ser muy descorazonadores para ambas partes. Y en locutorios a través de cristal, van a verle sus hermanos, su madre y sus sobrinos.
La infanta Cristina acude todas las semanas y le lleva lo que pide, libros, prendas de ropa, hace un mes, unas zapatillas de deporte. Pregunto porque no hay imágenes de ella y la respuesta es muy simple: por mucho que las relaciones con Felipe estén rotas, Cristina sigue perteneciendo a la familia del rey. De casa real avisan al director de cuándo quiere ir, y este la espera, a ella y sus escoltas, en la entrada de vehículos, no la de visitantes.
En cuanto a esos rumores de que Iñaki pronto podrá disfrutar de permisos carcelarios, no son ciertos: hasta finales de 2019 no saldrá de día e irá a dormir de noche a la prisión, lo que seguramente obligará a la infanta a cambiar su domicilio a Madrid. Mi fuente, un experto del mundo penitenciario, es rotunda, “se equivocaron los que le exigieron estar solo, o fue muy mal aconsejado, mucho mejor estaría en un módulo de respeto en la prisión de Palma, por ejemplo, porque podría interactuar con otros presos, aunque es cierto que habría el peligro de que le hicieran fotografías”. Y eso que todavía le queda lo peor, cuando el termómetro marque diez grados bajo cero y no pueda salir al patio… ¡Y pasar las navidades en prisión es muy duro! Pregunto si pedirá que le cambien el régimen carcelario, pero al parecer su entorno le suplica que aguante, para la institución sería un golpe fatal una fotografía del cuñado del rey en la cárcel. ¡Estar solo es el último servicio que puede hacerle a la corona, aunque le cueste la salud mental!