Juan Carlos contempló el cuerpo desnudo de la mujer con la que había hecho el amor toda la noche. Después se sentó en la cama y le dijo: “Olghina, dentro de dos meses voy a casarme con una princesa griega”. La condesa Olghina de Robilant se rio alegremente porque nunca había pensado en casarse con Joanino, como ella lo llamaba. Eran amantes desde hacía cuatro años y fue su maestra en las artes sexuales más refinadas. Y ese día, por lealtad, Juanito la había ido a buscar al Club 84 romano con su primo Clemente Lequio, el padre de Alessandro, que desapareció discretamente cuando los dos amantes cayeron el uno en brazos del otro.