¡Sola! La reina Sofía está pasando sin su hijo y sus nietas estas festividades navideñas. Y, si Dios no lo remedia, también entrará en el nuevo año en soledad. Hace un tiempo, un próximo a la familia me contaba la sensación que había tenido una tarde cuando había entrado equivocadamente en la salita que utiliza la reina buscando el despacho de Juan Carlos: “Estaban ella y su hermana comiendo con una bandeja delante de la televisión, en silencio, vestidas de oscuro, sin hablarse, la expresión de la reina cuando está seria impone mucho. Me miraron de forma airada, entendí que nadie solía entrar en ese cuarto, mascullé una disculpa, cerré la puerta y me quedé con la impresión de que había visto, en el corazón de España, a las mujeres más extranjeras y solitarias del mundo”.
Una reina sin corte y sin amigos
Ella misma le dijo a Pilar Urbano, cuando esta le preguntó si tenía amigas: “¿Quiere usted decir personas de confianza para contarle cosas? No, no tengo”. Un amigo de los primeros tiempos me reveló que no es fácil conversar con la reina: “Pregunta mucho, todos los temas que trata son enjundiosos, no sabe llevar una conversación relajada., no entiende nuestro sentido del humor, no da confianzas, es muy difícil simpatizar con ella”. Claro que Sofía no se esfuerza porque nunca ha tenido interés en estrechar lazos más allá de su propia familia.
Cuando se instaló en Madrid, Franco le advirtió: “Alteza, daría muy mala impresión que frecuentara el trato de la aristocracia, repitiendo el clima de frivolidad de la corte borbónica”. Así, cuando unas marquesas fueron a entrevistarse con ella y se ofrecieron a ser sus damas de honor, lo que aquí se llama “camareras de la reina”, contestó con pretendida ingenuidad: “Gracias, pero no me hace falta más servicio ¡si acaso una buena cocinera!”. Las señoras dejaron de ir a Zarzuela cuando les comentaron que la reina se quejaba de que ese ambiente no le gustaba porque era muy superficial.
Con sus cuñadas Margot y Pilar tampoco tuvo nunca una relación cercana, a pesar de que ambas vivían en Madrid. En el conflicto entre Juan Carlos y su padre por la sucesión de Franco, se pusieron al lado de su padre, algo que Sofía, que tiene una memoria muy larga para los agravios, nunca les ha perdonado.
Tampoco le era simpático el círculo de su marido, al que acusaba (con cierta razón) de servir de tapadera a sus líos de alcoba. Cuando Miguel Primo de Rivera, íntimo del rey desde la infancia, se separó de su primera mujer y se casó de nuevo, no volvió a dirigirle la palabra, lo mismo ocurrió con Manolo Prado. Ni con sus dos hijas ha tenido una relación muy fluida, el amigo antes mencionado me ha contado que “Sofía no ha sabido crear familia”.
Cuando Elena empezó a salir con Marichalar se lo dijo antes a su padre, quien maniobró para que los escoltas impidieran que se enterara la prensa. Durante una reunión con amigos en Barcelona que hablaban de fútbol, don Juan Carlos confesó irónicamente, “a mí ahora lo que más me gusta es el balonmano”. Cuando se asombraron, lo aclaró, “Cristina sale con un jugador de balonmano, lástima, los futbolistas ganan más” y añadió “su madre aún no lo sabe”. Desde que eran niñas, Elena y Cristina estaban acostumbradas a pedir ayuda a su padre o a Sabino, el jefe de la casa, antes que a su madre.
Enamorada de su hijo
Todo lo contrario de lo que pasaba con Felipe, al que Sofía mimaba sin medida, tanto, que llegaba a exclamar con arrobamiento: “Estoy enamorada de mi hijo”. Al cariño materno también se añadía el hecho de que un día Felipe iba a ser rey de España. El mismo don Juan le señalaba, apenado, a su hijo, “a tu mujer le encanta el oficio de reina, sin embargo, a tu madre solo le importa la familia”.
La primera vez que Sofía comió a solas con Letizia acabó horrorizada porque le soltó que le parecían muy bien los matrimonios entre homosexuales y cuando la reina la empezó a hablar de las apariciones de Garabandal, dijo: “No las conozco, soy atea”. Las relaciones, casi veinte años después, son más tirantes que nunca.
Hacia su marido la indiferencia es absoluta, no sufre, quizás incluso siente una satisfacción muy humana al ver que al fin los pecados de su Juanito han sido castigados, en su caso se refiere a los de la carne, que los otros le importan poco. El último christmas, que han seguido firmando juntos, es una natividad bastante rara en la que San José parece esgrimir un puñal, el burro parece un perro y encima hay un coro de ángeles semejante a un cerebro a punto de desmoronarse sobre las figuras sagradas. Es de suponer que el matrimonio se debe haber intercambiado algún mensaje estas navidades tipo “tú a Zarzuela y yo a Abu Dabi”. Aunque, en el último minuto, todo puede cambiar.
Enterada de la situación, no me extrañaría que Marie Chantal se apresurara a invitar a Sofía e Irene, las hermanas de su suegro, más que nada para fastidiar a su odiada Letizia. Menuda bofetada sería para la Casa Real que circularan en estas festividades dos fotografías: en una el matrimonio Borbón-Ortiz en palacio con sus hijas y la familia de Letizia, incluidos los novios de su madre y de su hermana. En la otra, la abuelita Sofía arropada tan solo por su familia griega.