Raquel Bollo. Qué guapa eres, hija mía. Y te has convertido en una mujer elegante que luce la ropa mejor que cualquier modelo. Sabes medir tus palabras, hablas muy bien, y todos comprendemos la tragedia que ha habitado tu vida y te compadecemos.
Sí, pero…
Entonces, ¿por qué caes tan mal, querida Raquel? Y no es porque no se te crea, o se sospeche que hayas exagerado, ni porque nos guste la parte contraria. No, no es por eso. Pero hablas con tal contundencia, dejas tan poco espacio para la risa, el humor, la ternura, la piedad o la debilidad, todas las cosas que provocan eso tan intangible que se llama empatía, que llegas a parecer fría, dura y prepotente. Estoy segura de que no eres así y que es una coraza que te has colocado para que no te dañen, pero hazme caso y deja asomar de vez en cuando a la niña herida que llevas dentro.