Pilar Eyre

Pilar Eyre

Rocío Carrasco y Rocío Jurado
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Rocío Jurado tenía absoluta devoción por su hija Rocío Carrasco

Nadie la llamaba aún la más grande, pero Rocío Jurado ya lo era.En Valencia, en 1982, donde ella y su hija fueron nombradas falleras en su semana más importante, me pidió: “Sube a la habitación, que me da mucha pereza salir con este frío”. Estuvimos toda la tarde en su lujosa suite, ella fumando y tendida en la cama con bata roja de seda y esparadrapos en los pies que le daba vergüenza enseñar en las fotos: “Es que tengo los dedos muy estropeados por los zapatos de tacón”. Bebíamos gin-tonic y me hablaba con alegría de su infancia de niña humilde, porque todo lo convertía en un festival de colores: “Desde pequeñita me ha gustado ser el alma de la fiesta. Le decía a mi abuela: ‘Yaya, apo’, y quería decir que me subiera al mostrador de su tienda de comestibles para que los clientes me miraran cantar y bailar”.

Bautizo Rocío Carrasco
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Quería tener otro hijo

Pedro Carrasco, que escuchaba partidos de fútbol en otra salita, asomaba la cabeza de vez en cuando y ella rugía a grito pelado abriéndose la bata sobre su generoso pecho: “Lo siento, mi amor, pero hoy te lo voy a decir...”, entre carcajadas, hasta que Pedro se retiraba tocándose la sien y guiñándome un ojo. De repente se abrazaba a la almohada: “Ay, ay, ay, quiero tener otro hijo…”. Yo preguntaba con delicadeza: “Pero ¿ya estás…?”, y Rocío me lanzaba el paquete de támpax a la cabeza: “Calla, que preguntas más que el hombre de los embargos…”. Cogía el frasco de Joy de Patou que tenía en el tocador y se ponía a perfumar la habitación en una carrera loca, la melena al viento, la bata ondeando como una bandera, y en ese momento entraba la hija, Rociito, que entonces tenía cinco años.La rodeaban tías, primas, rosasbenitos, sobre las que reinaba con dulce tiranía aquella chiquilla monísima que arrugaba la nariz.

Rocío Carrasco Pedro Rocío Jurado
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“Mamá, cuánto humo”. Rocío se arrodillaba, la estrechaba entre sus brazos y me miraba orgullosa hundiendo la boca en su pelo. “¿Has visto qué lista es? Dile a Pilar que de mayor vas a ser médica, abogada, presidenta de gobierno…”. Y la niña luchaba por desasirse y contestaba con desparpajo: “O boxeadora como papá”. Y la madre se la comía a besos. “Sí, preciosa mía, reina de mi corazón, boxeadora, lo que prefieras... El mundo, las estrellas, la luna te voy a dar para que hagas lo que quieras”. Pasó el tiempo. Rocío se separó de Pedro y se casó con Ortega Cano. Volví a ver a Rociito en Argentona, catorce años después, muy guapa y con estilo, anunciando su boda con Antonio David Flores.