¡No lo entienden! Los Vargas Llosa no comprenden la razón del enfado de Isabel Preysler porque no creen haber cometido ninguna ofensa. Ni haber pronunciado palabras insultantes, ni haber tenido gestos desagradables o groseros hacia ella o su familia. El hijo mayor, Álvaro, no deja de repetir que la única respuesta a las preguntas de las decenas de reporteros que en Madrid abordan a su padre por la calle ha sido “no voy a hacer ningún comentario”. Y que, si luego esto se ha intentado interpretar como un desmentido a lo que había dicho Isabel, era por malevolencia o por interés crematístico. Y pone el ejemplo de un periodista que pregunta “¿le desea lo mejor a Isabel?” y Mario contesta “no voy a hacer comentarios”, y esa pieza se titula: “Vargas Llosa se niega a desearle lo mejor a Isabel Preysler”. La verdad es que, si se desmenuzan las declaraciones de Vargas Llosa, la única frase que podría molestar a Isabel sería la primera que pronunció el Nobel públicamente, cuando ella acababa de declarar que lo había dejado “por sus continuos celos”. El aludido se limitó a responder “ese no ha sido el motivo”, pero hay que reconocer que, dejando aparte el hecho de que no sabemos quién dice la verdad, la que habló primero fue Isabel. Y si la hija o la exmujer de Vargas Llosa han perdido las formas en algún momento, la familia lo achaca a su falta de costumbre a enfrentarse a decenas de micros y el agobio y ansiedad resultantes.
Tampoco entienden cómo Julio Iglesias, alguien por quien Mario siente simpatía, se haya apresurado a defender a su dama por unas ofensas que ellos creen inexistentes. Mi impresión personal es que han sido Chábeli o Julio José los que han pedido a su padre que concediera estas declaraciones, aunque si se lee la entrevista de Julio con detalle se advierte que él no atribuye a Vargas Llosa ningún ultraje, sino que lamenta que no haya defendido a Isabel cuando otros la han atacado. Se ignora quiénes son los que la han atacado, porque la mayoría de los periodistas han cerrado filas en torno a Isabel, que es la que va a seguir dando juego informativamente hablando -sobre todo ahora que se casa su hija– y no un escritor con escaso atractivo para el mundo del corazón, por muy Premio Nobel que sea. Lo cierto es que en apenas un par de meses la vida de Vargas Llosa ha dado un vuelco espectacular. Primero, por haber roto su relación con Isabel. Ella hubiera tenido que ser su acompañante en la impresionante ceremonia de la Academia Francesa: Isabel le consiguió la preciada espada, ya tenía el vestido preparado y le ilusionaba mucho entrar del brazo de Vargas Llosa en la inmortalidad, mientras Patricia se hubiera tenido que limitar a verlo todo por televisión. Más peliaguda era su presencia en la boda de la nieta del Nobel, pero aun así la familia iba a transigir y poner buenas caras... pero al final no ha hecho falta porque, como dicen los cursis, el tiempo ha colocado a cada uno en su sitio.
Pero lo que realmente ha afectado la vida del Nobel ha sido la redacción de su último libro, que ha durado tres años. Un trabajo agotador, durísimo, ya que escribir una novela requiere unas facultades al cien por cien, sobre todo la memoria para no perder el hilo narrativo ni un segundo y tener en la mente a la vez la trama y la psicología de los personajes. Y él mismo ha reconocido que, a los 87 años que cumple la semana que viene, la memoria ya no es lo que era, hasta el punto de que ha declarado al periódico L ́Orient Littèraire que esta va a ser su última novela, aunque continuará escribiendo ensayo y artículos periodísticos. Trata sobre un periodista de medio pelo experto en música peruana y saldrá en octubre, con una tirada elevada, acorde con el adelanto millonario que suele recibir por sus libros.
En estos momentos la gran incógnita es saber si él y Patricia vuelven a estar juntos. En Perú le acaban de conceder la máxima distinción, la Orden del Sol, y la ha recibido junto a sus hijos y su exmujer. Ella no ha hecho declaraciones, pero los periodistas peruanos citan fuentes de su entorno para afirmar que Patricia siempre ha sabido que la relación de Mario e Isabel no era para toda la vida, por lo tanto esta separación no le habría cogido por sorpresa. En todos los eventos que han compartido, incluido el casamiento de su nieta, no se les ha visto intercambiar señales de cariño o complicidad, por lo que se deduce que, si bien su relación es cordial, no tienen intención de volver a ser marido y mujer. Mario sigue siendo un hombre de gran atractivo y sigue despertando pasiones, lo llaman, le envían notas, incluso algún antiguo amor.
De momento los contactos son solo telefónicos, le resulta imposible salir y hacer vida normal ya que tiene guardia permanente en la puerta de su casa. La actitud de Isabel, sin embargo, es la contraria: sale, sonríe de forma encantadora, habla con todo el mundo... Se nuestra feliz mientras el aspecto de Mario, pese a los esfuerzos de su familia, es abatido y apesadumbrado. A ver si lo que les pasa a estos dos es que siguen enamorados...