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Llovía sobre Estoril aquel 29 de marzo de 1956, Jueves Santo. La tormenta se abatía ruidosamente contra los cristales de villa Giralda, pero, a pesar de eso, Pilar se detuvo de pronto en medio de una frase y se estremeció. “¿Qué te pasa?”, le preguntó su amiga. “¡He oído un disparo!”.
Fue la única de las nueve personas que estaban en la casa que lo escuchó. Abrió la puerta de su habitación. “¡Mami, mami!”, gritaba su hermano Juanito. Los padres corrían atropellándose escalera arriba hasta el cuarto de juegos. Petrificada, vio cómo su padre bajaba el cuerpo inerte de su hermano pequeño, Alfonsito, con un agujero en medio de la frente pálida, envuelto en la bandera de España. Pilar fue hacia él.