La voz de Isabel es fascinante. Sobre todo por la noche adquiere unos tonos íntimos que te hacen sentir como su mejor amiga sobre la tierra. Yo le había hecho una larga entrevista en su casa para un libro sobre mujeres y después tuvo la amabilidad de acudir cuando lo presenté. ¡Me robó el corazón! Hablábamos de vez en cuando y así, cuando estábamos preparando un ‘Hormigas blancas’, unos programas monográficos sobre personajes populares, la llamé para que me contara detalles inéditos de su matrimonio con Julio. “Ay, Pilar, ¿sabes? Era muy joven, yo era una chica que había vivido muy poco, muy ingenua. Julio es muy atractivo, ya lo conoces... Me casé enamorada, claro”. “Te casaste embarazada, ¿no?”. Largo silencio y la voz herida de Isabel: “¿Cómo? No, claro que no, eso son infundios, no es verdad, ¡pero si Chábeli nació a los nueve meses!, ¡pero qué tontería!”. Me sorprendí mucho, ya que siempre se había dicho que se habían casado de penalti, pero la creí. Segura de mí misma, con mi verdad por delante, me senté en el plató. Estaba Peñafiel, que en dos minutos pulverizó mi información con datos y fechas y me dejó en ridículo. Una de las condiciones de Isabel para hablar con periodistas era que jamás podías decir que ella era tu fuente, así que me tuve que morder la lengua, callar y aguantar el chaparrón. Evidentemente, es un tema sin importancia y menos a estas alturas, pero formaba parte de su biografía y me dolió que me hubiera engañado. Cuando se lo dije reconoció con voz compungida, como una niña pillada en una travesura: “Sí, es verdad, pero es que mis hijos no lo sabían...”.
Julio Iglesias, de Rodillas
Lo cierto es que Isabel se casó con Julio sin entusiasmo, incluso le propuso no hacerlo y tener a su hijo en Estados Unidos, a lo que se él se negó: “Un caballero español siempre da la cara”. El matrimonio duro ocho años de infidelidades por parte de Julio desde el viaje de novios. Llegó a tener una novia oficial en Buenos Aires que daba entrevistas hablando de su pareja y de la casa que se iban a comprar. Casualmente, unos tíos de Isabel estaban de paso en Argentina y se lo contaron. Julio le pidió perdón de rodillas, estuvieron un año haciendo cada uno su vida y fue cuando Isabel conoció a Carlos Falcó, marqués de Griñón, y decidió divorciarse. Para que Julio no hiciera una escena, se lo comunicó en el aeropuerto y esa noche Julio ya durmió en casa de su mánager, Alfredo Fraile. Cuando le dije que Julio no ha podido olvidarla nunca, se rio: “Qué tontería, pero Chábeli me dice lo mismo”. Julio tuvo siempre buenas palabras para Isabel y, acerca de su intimidad, solo le contó una vez a un amigo: “Bajo su aparente frialdad es un volcán de pasión”.
Un romance clandestino
Después de un seductor profesional como Julio, Isabel optó por la vida tranquila al lado de Carlos Falcó: no era la alegría de la huerta, pero también tenía su atractivo, no en vano había conquistado a millonarias como Christina Onassis o a la exemperatriz Soraya. Pero a los dos años de matrimonio, cuando Tamara tenía solo cinco meses, Isabel conoció al político Miguel Boyer y ya nada volvió a ser lo mismo. Él se enamoró locamente de ella, pero pasaron tres años viéndose de forma clandestina, sin que Isabel se decidiera a romper su matrimonio. Los amantes se encontraban en París, en Marbella, en Ibiza, a veces incluso acompañados de sus cónyuges, que no sabían nada. El Día de San Valentín Isabel recibía ramos de flores de ambos y al final Miguel dejó a su mujer y se fue a vivir al ministerio. Ella aún concedió una entrevista exclusiva en la que decía una vez más con dolorida indignación que todos los rumores de separación eran mentira. Pero el 30 de julio de 1985 el marqués sacó sus trofeos cinegéticos de la casa familiar de la calle Arga y al día siguiente entraba Miguel con su propio llavín.
Del ministro, al Nobel
Vivieron juntos 22 años. Fue cuando le hice una larga entrevista en la que Isabel se manifestó feminista, socialdemócrata, agnóstica y lamentó no tener una carrera. Se burló cuando le dije que la llamaban cazafortunas: “¡Por Dios, si soy más rica que mis maridos! Julio era un cantante que empezaba, a Carlos le tuve que dejar yo dinero y Miguel lo único que ha aportado es un cuadro de Sorolla”. Boyer fingía leer, pero todo lo escuchaba con expresión embelesada. Al cabo de unos años tuvo un ictus con secuelas. Isabel lo cuidó, pagó su largo tratamiento y, cuando empezó a salir con Mario Vargas Llosa cinco meses después de su muerte, se vio obligada a justificarse: “Es como si llevara dos años viuda”.
La nueva Isabel
A Jesús Hermida le dijo: “He tenido la suerte de que todos mis maridos hayan sido unos señores”. Pero la omertá se ha roto con Vargas Llosa. “Nuestros mundos eran diferentes”, ha dicho él con cierto desdén, y ella: “Lo dejé por celoso”. Incluso ha llegado a hacer pública una carta personal de la mujer de Mario: “Eres solo una aventura”. Me gusta esta Isabel que ha dejado atrás su imagen dulce y sumisa para ser una guerrera de la vida y estoy segura de que le quedan aún muchos corazones por conquistar. Quizás en Abu Dabi...