Dulce, tímida, ojos lánguidos y tristes… Sobria en palabras, con una mochila de desgracias que no podemos ni imaginar. Esa madre… Ese padrastro… Esa infancia… ¡Ay, qué daño! ¡Chiquilla, nos robaste el corazón! Sí, pero…
Tu presencia totémica en el plató de ‘Gran Hermano’ me empieza a resultar inquietante. Esa apabullante seguridad en ti misma, ese dominio del gesto y de la palabra, esa… Frialdad, digámoslo al fin, ante las más dulces expresiones del amor paternal que formula Antonio David, o las preguntas incisivas de Jorge Javier, me perturban.
Y esas fugaces miradas asesinas a los que consideras tus enemigos me dan miedo. Es como si se descorriera por un momento una cortina en una ventana y atisbáramos el interior de una casa oscura y siniestra. ¿Y si lo que tomamos por timidez fuera simplemente soberbia? Pero no, no, qué digo, no me hagas caso, querida niña, es hablar por hablar… qué sé yo…