Veo un rostro familiar en el metro: cabellos blancos, gafas, le coge la mano a una mujer y la mira con ternura. Ella es la italiana Analisa y él es el cantante Raimon, el ídolo contestatario de nuestra loca juventud. ¡En los años setenta movía masas! Nadie lo reconoce. Se baja en la estación de Catalunya con su mujer del brazo, después de dirigirme un sobrio saludo con la cabeza. Yo me quedo pensando en Guillermina Motta, amiga cuando trabajábamos con Jordi González en ‘La Palmera’, y que era el amor platónico de Giménez-Arnau. ¿Te acuerdas, Jimmy? Añoro a Oriol Tramvia. De Marina Rossell, la mejor voz, se habla demasiado poco, como de María del Mar Bonet. Pau Riba, que fue al colegio conmigo, y Sisa, no sé en qué andan. ¡Amigos, regresad, hablad, cantad, manifestaos! Como hecho a propósito, se oye la voz cascada de Joaquín Sabina en los altavoces del metro: “El futuro cada vez es más corto y las resacas más largas”, y me invade la melancolía. Será la Semana Santa.