Recuerdo un día en que estaba maquillándome, sentada entre Adriana Abenia y tú ¡no sé cómo pude levantarme de la silla y ponerme delante de una cámara! No he visto nunca nada más bello que las aguamarinas de tus ojos, y qué estilo, qué languidez en el porte, cuántos fans, qué manera de comerte el mundo.
Sí, pero… ¿qué se ha hecho de todo aquello, querida Sara? ¿Adónde han ido a parar las inmensas expectativas que despertabas? Te veo pasear perpetuamente embarazada, y esa languidez de antaño se ha transformado en un gesto tristón y desganado, como si cargaras con todo el peso de la humanidad. Ahora vas a hacer un programa nuevo y es el momento de saber si tienes madera de estrella o si somos nosotros los que te hemos convertido en un icono moderno, cuando quizás tu solo querrías ser Sara, solo Sara.