Nunca he sabido muy bien a qué te dedicabas, querida ninfa, pero sonreías mucho, te atusabas el flequillo con gracia y te relacionabas con muchachos insustanciales pero famosos. Pasabas en fin por la vida sin molestar a nadie. Sí, pero…
Ahora, de pronto, princesa, te has subido al podio de la fama y las alturas te han transformado. Antes de tu debut televisivo declaraste: “si me critican será que me tienen envidia” ¿Y no podría ser, digo yo, que te critiquen porque no lo haces bien? ¿No te has parado a pensar que ese estilo anodino y balbuceante que te emparenta con Paloma Cuevas y Genoveva Casanova causa tedio y aburrimiento y quizás te van a poner a parir por eso? Yo no, líbreme Dios, gracias a ti he podido prescindir del orfidal y eso no lo voy a olvidar ni que viva mil años.