Cenar con el padre Apeles es una experiencia inolvidable. Pasados aquellos tiempos oscuros en los que se alimentaba de fármacos y alcohol, recluido en una habitación con las persianas bajadas, está tranquilo, pero algo desilusionado con la vida. “Tengo muchos amigos, pero muchos vetos también y no sé por qué.” Y es que Apeles anhela desesperadamente trabajar. Es un hombre culto. Posee una biblioteca con 30.000 libros y tres carreras universitarias. Ha ejercido de abogado, periodista, profesor, sacerdote… Pero solo se le recuerda por su paso por televisión. “Eso ha sido una rémora a la hora de que me encarguen trabajos de enjundia”, me revela resignado.
En la actualidad, dirige el archivo histórico de Ferrara, pero su ilusión sería estar al frente de una corresponsalía en el Vaticano “como Paloma Gómez Borrero”, escribir la biografía de grandes hombres, tener un espacio en la tele para hablar de filosofía, “para ponerla de moda”. Recuerda a todos a través del amable cristal de la nostalgia: “Jorge Javier me hacía entrevistas para la revista de su colegio”. Rociíto, “tuvimos un programa juntos, mira qué mona era (me enseña una foto en el móvil). Seguimos en contacto, tiene carácter y es inteligente. Fidel ha sabido hacerla feliz”. Sardá “hoy he comido con él. Está lleno de proyectos”. La gente se acerca y le pide que vuelva: “Me llaman, pero quieren que trabaje gratis o por cincuenta euros y tampoco es eso…”. Le digo que todo el mundo habla bien de él, y responde con melancolía: “Pero nadie me da trabajo”. Capitostes de la prensa, ¿a qué estáis esperando?