Letizia subió lentamente los cinco escalones, se detuvo un momento en la entrada del Instituto Ramiro de Maeztu y, como era algo teatrera, contuvo la respiración. Acababa de cumplir quince años y era el primer día en su nuevo colegio y su primera semana en Madrid. Le sorprendió que hubiera tantos adultos entre los alumnos, ya que se trataba del turno de noche, y también la amplitud de las marquesinas del patio, tan distinto de la Gesta, su escuela de Oviedo, donde había estudiado hasta entonces bajo la tutela maternal de doña Julia, su mítica directora.

Era el mes de septiembre de 1987. Su hermana Telma le dio un empujón y entraron con esa falsa seguridad que exhiben todos los recién llegados a Madrid.