Pilar Eyre

Pilar Eyre

Naty

Naty Abascal: "¿Puede un hombre aguantar este tourbillon en el que estoy metida?"

“Valentino, Valentino”, “Eh, no, Naty que soy yo”. La voz sin resuello de Naty Abascal me suena en el oído con tanta intensidad que me lo humedece. “Ay, hija, perdona, es que estoy todo el día de acá para allá, estaba hablando con él y se ha cortado ¿Cómo estás?” “¿Cómo estas tu? ¡Te acaban de hacer un homenaje! ” “Hum, sí, pero ya ves, trabajando como siempre, he ido a todos los desfiles de París, viajo con las producciones de moda, me voy a Perú, a Chile, a Marruecos…. No puedo parar…” “¿Y de novios qué?” “mujer, alguna cosilla ha habido, pero después del verano ya nada, ¿quién puede aguantar este tourbillón en el que estoy metida? ¿Tú crees que un hombre me puede seguir? Mira, ahora mismo estoy en mil cosas, subiendo el bajo de un vestido… Niña, los alfileres…Me acaban de enviar tallas equivocadas y…”

Dejo el móvil encima de la mesa y rememoro. Conocí a Naty Abascal cuando estaba casada con Rafael Medina, de tan triste destino, y eran los duques más modernos de Europa, vivían en Sevilla, en un ala de la Casa de Pilatos a la que llamaban 'El Palomar', y una vez cené con ellos y con Bo Derek. Ponían música de los Rolling Stones, Naty medio bailoteaba con un vestido hippy con los hombros al aire y no parecía tener ni un día más de quince años. Rafa nos hacía reír contándonos su último viaje a Cuba, donde exportaba la piel artificial que fabricaba. “Me mandó llamar Fidel a su casa de madrugada, yo iba acojonado, rodeado de tíos barbudos y con uniforme de campaña, pero me sonrió, me ofreció puro y whisky y me dijo: y ahora cuéntame cosas de tu mujer”. ¡El comandante compraba todas las revistas del corazón y recortaba la foto de Naty, que tenía pegada en la pared con chinchetas! Bo Derek decía todo el rato “amazing”, un niño bajó llorando porque tenía una pesadilla y la noche olía a juventud y a flores blancas… Vuelvo al presente, recupero el móvil, “…y entonces les dije, que lleven mi nombre los zapatos es un honor, pero no puedo implicarme en su fabricación ¿tu lo entiendes, verdad, Pilar? Y… y… Pilar, Pilar… ¿te pasa algo?” y yo le contesto con voz entrecortada antes de colgar, “nada, que te quiero mucho”.