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Letizia ante el papa. En Roma. En la plaza del Vaticano. Fue el 3 de mayo de 2011 y yo había con un grupo de amigas a la beatificación de Juan Pablo II, una ceremonia presidida por Benedicto XVI. Me senté a muy pocos metros de ella y la observé atentamente. Vestida de negro, con una falda quizás demasiado corta, el rostro bellísimo y muy pálido enmarcado por una severa mantilla de encaje, sonreía levemente cuando la plaza de San Pedro atronaba con los gritos de los españoles: “Juan Pablo / segundo / te quiere todo el mundo”. Letizia seguía fervorosamente el ritual de la misa musitando las oraciones, poniéndose de pie, arrodillándose y santiguándose cuando era necesario.