Sus amigos han dedicado un documental a Luis Eduardo Aute. ¡Es el artista del año! Pues contaré una anécdota tan increíble que pensaréis que es inventada.
Años 60, Sitges. En verano se organizaban concursos de baile: el twist, la yenka, el rock, el madison, el hully gully… En la boîte Don Pepe premiaban con cien pesetas y una botella de coñac. Para la competición, los chicos eligieron a las más monas, y yo, feúcha, me quedé en un rincón hasta que un desconocido de aspecto ‘intelectual’ surgió de entre las sombras. Sin decir palabra, me arrastró a la pista. ‘O, oé, vahine tamureeee…’. Aquella figura melancólica como un cuadro del Greco se convirtió en una bomba sensual, moviendo caderas, brazos, hombros… ¡Fue increíble! Todos se apartaron y nos hicieron corro, dando palmas y gritando.
Ganamos y el maestro de ceremonias –smoking blanco, bigotito negro– le preguntó cómo bailaba tan bien: “Soy un poco oriental, he nacido en Filipinas”. “¿Y te llamas?”. “Luis Eduardo Aute”. Lo he entrevistado después, y nunca he osado hablarle de aquel verano de juventud. Pero ahora te lo confieso, admirado Aute: la feúcha era yo. Nos repartimos el dinero y tú te pimplaste el coñac. Fue bonito.