Pilar Eyre

Pilar Eyre

Mette Marit de Noruega
GTRES

“Mette-Marit, una madre al límite”

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Mette-Marit, la madre que está viviendo un infierno que puede llevarla a la tumba o al banquillo de un juzgado. Las acusaciones contra su adorado hijo Marius Borg son cada vez más graves, porque más graves son los hechos que se van descubriendo. Abusos, violencia, daños, acoso, amenazas –“te voy a matar”–, y como mínimo tres violaciones, una de ellas a una mujer inconsciente: la presentadora televisiva Linnie Meister, gran amiga de Marius y defensora suya, que se enteró de este terrible hecho cuando la policía le enseñó la grabación en el móvil del propio acusado. Seis víctimas, de momento, en una espiral demencial que no solo puede acabar con la vida de la monarquía, sino con la de Mette-Marit, gravemente enferma.

Todo empezó en 2021, con la primera denuncia… No, en realidad empezó en 2001, cuando Mette-Marit y Haakon, el heredero de la corona noruega, se casaron. O, mejor dicho empezó cuando nació Mette-Marit, en el seno de una familia desestructurada marcada por la pobreza, el alcoholismo y el maltrato del padre. Casi adolescente Mette-Marit se fue a Londres, donde trabajó de camarera, y después regresó a Noruega para sumergirse en el ambiente más salvaje. Tuvo dos relaciones consecutivas con dos traficantes de drogas que habían cumplido condena, John Ongby con el que grababa vídeos eróticos, y Morten Borg, del que se quedó embarazada de Marius. Dos meses antes de dar a luz conoció en un festival de música a Haakon, que se enamoró locamente de ella y, a pesar de todos los inconvenientes, decidió convertirla en su mujer y futura reina

El rey lo apoyó, ya que él se casó contra el deseo de sus padres con la joven costurera Sonia y sufrió mucho por ello. Se consultó a un experto en comunicación cómo se podía atenuar el impacto de esta boda tan desigual y este aconsejó dar una rueda de prensa en la que Mette-Marit asumiera los errores de su pasado y se mostrara arrepentida. Aun así, tanto su padre como John Ongby la sometieron a chantaje y vendieron su historia y los videos íntimos a la prensa sensacionalista. Después se callaron, al parecer a cambio de una fuerte cantidad de dinero.

Un niño mimado

Desde el primer momento, Mette-Marit sobreprotegió a Marius para que no se sintiera desplazado. Aunque no le correspondían honores reales, se educó como los dos hermanos que vinieron después, Ingrid, la heredera, y Sverre. Posaba en las fotos oficiales, salía al balcón de palacio a saludar y en un acto, ya veinteañero, apareció con varias sorprendentes condecoraciones en la solapa de su esmoquin. Hay una foto muy significativa de un señor mayor, seguramente un ministro, inclinando respetuosamente su canosa cabeza ante Marius, que lo mira con arrogancia.

La princesa Ingrid, en el discurso de sus 18 años, dijo, “mi hermano mayor es un ejemplo para mí, me gustaría ser como él”, lo que provocó una reflexión amarga del director del periódico más importante, “la heredera de la corona debería buscar referentes más ejemplarizantes”.

Y es que los rumores perseguían a este muchacho, pero en un país que veneraba a sus monarcas y en el que la institución tenía el apoyo de cuatro de cada cinco ciudadanos, nadie se atrevía a decir nada. Además, la rebelde oficial de la familia era la princesa Marta Luisa, cuyo primer marido se suicidó y el segundo era un chamán de dudosa catadura. Hasta que una exnovia de Marius se atrevió a denunciarlo por maltrato físico. La madre de esta muchacha declaró que antes se lo había contado a Haakon y Mette Marit, diciéndoles incluso que les mandaría fotos de las secuelas de las palizas
de Marius.

¿Contestación del príncipe? “Ahora me voy de viaje y lo hablaremos a la vuelta”. Como no supo nada más de ellos, la chica se atrevió a ir a la policía. Y, como pasa siempre, empezaron a aflorar otros casos de violencia y abuso. Algunas mujeres no habían denunciado, de ahí que se especule que Mette-Marit les haya pagado para que se callen. Y no solo pagado, sino borrado las huellas de los desmanes de su hijo, pues algunas fiestas se habían hecho en el Palacio Real, con los consiguientes destrozos, incluso se habían robado objetos que luego eran recuperados en rastros de mala muerte. En los vídeos incautados a Marius se ven orgías, agresiones, drogas y muchachas inconscientes. ¿Cuántas? ¡No se sabe! De momento hay seis víctimas.

La Corona, en peligro

El año pasado, después de una semana arrestado, Marius se vio obligado a emitir un comunicado en el que reconocía su adicción al alcohol y las drogas y sus problemas de salud mental, y confesaba que se iba a rehabilitar a una clínica de Londres, donde lo acompañó su padrastro con gran publicidad. Pero se ha escapado varias veces y ha viajado a Noruega, donde se ha saltado la orden de alejamiento de algunas chicas y cometido otros delitos. Hace una semana se instaló definitivamente en Oslo y decidió sustituir a su letrado, especializado en la defensa de clanes mafiosos, por una abogada muy prestigiosa y cara.

Haakon y sus hijos siguen apoyándolo públicamente, pese a que la aceptación de la monarquía está cayendo en picado y casi nadie lo quiere como rey. Se le achacan los pecados del hijastro, debilidad de carácter y se le reprocha su antigua amistad con Jeffrey Epstein y otras personas poco recomendables. Mette-Marit padece una grave, incurable y dolorosa enfermedad genética, fibrosis quística, que conlleva inseguridad, ansiedad, tristeza y depresión ya que nunca sabes cómo te vas a encontrar al despertarte. Los médicos aconsejan un entorno tranquilo y rutinario, sino la esperanza de vida de estos enfermos, ya muy mermada, se acorta radicalmente.

Como todas las madres en esta tesitura, Mette-Marit se debe sentir culpable quizás pensando que mimó a su hijo, o que no le prestó suficiente atención y que él se sentía celoso de sus hermanos. La prensa cada día aporta nuevos y escandalosos titulares y lo más probable es que tanto ella como su marido sean llamados a declarar en los tribunales acusados de ocultar el comportamiento de Marius, borrar pruebas y ser por tanto cómplices. Haakon ha dicho un “dejemos que la policía haga su trabajo” tan ambiguo como aquel “la ley es igual para todos” del rey Juan Carlos.

Pero el caso es más grave, porque Juan Carlos pudo abdicar en su hijo, pero ¿en quién puede abdicar Harald si descarta a Haakon? Tiene 87 años y una salud quebrantada, su fin está cercano. ¡Aún veremos a un chamán sentado en el trono de Noruega!