Triste, pero con las uñas pintadas de rojo. La infanta Cristina aprovechó su larga estancia en Barcelona para acudir a su peluquería de toda la vida en la calle Benet Mateu, donde va también su hijo Pablo, porque le horrorizaba el aspecto descuidado con el que aparecía estas semanas en las revistas. Como todas las señoras ‘bien’ de Barcelona, se cortó el pelo a la altura de los hombros, se tiñó y se hizo mechas. Se depiló las cejas. Y, de forma excepcional, se decidió por una manicura con ese rojo oscuro de Chanel que es signo de reafirmación y empoderamiento, aunque los fotógrafos que la seguían pudieron comprobar que estaba guapa, sí, pero también muy triste y tremendamente delgada. El sábado fue al Palau blaugrana y se dejó fotografiar sin problemas, sus escoltas son respetuosos y dejan cumplir con su tarea a los profesionales, no así los guardaespaldas de Iñaki, que, dependiendo también de Casa Real, tratan de obstaculizar el trabajo de los periodistas de todas las formas posibles.