Vargas Llosa ha entrado en la Academia Francesa. Pero seamos sinceros: si no hubiera sido el amante de Isabel Preysler durante ocho años, no estaría escribiendo esto. Ni yo ni ninguna otra revista o periódico de los considerados “serios”. En el diario en el que colabora (donde cobra 200.000 euros anules) al final de la entrevista que le hicieron se deslizaba como quien no quiere la cosa una pregunta sobre Isabel y luego ese fue el titular. En La Razón lo llaman directamente el ex de la Preysler.
Isabel Preysler, a lo Belén Esteban
No hubiéramos hablado de este acto y nos hubiéramos perdido la gran tragicomedia del año. Empezó calentando motores en Madrid la propia Isabel poniendo a parir a Mario en aras de una supuesta maternidad mancillada, siguiendo la estela de Belén Esteban y su célebre “yo por mi hija mato”. Y si digo “supuesta” es porque nadie más que Isabel advirtió esta ofensa, una alusión a las Islas Marquesas en un cuento del Nobel que, si no hubiera sido por ella, casi nadie hubiera leído.
No contenta con esto, dio a conocer públicamente una carta personal de la exmujer de su novio. Algo tan poco en consonancia con su personalidad que solo puede achacarse a una rabieta irrefrenable. Pero, según nos contaba la misma Isabel, ¿no era ella la que había abandonado a Vargas Llosa? ¿Por qué, entonces, estaba tan enfadada?
Otra posibilidad sería que Preysler haya cambiado su grupo de confianza y ahora esté mal aconsejada, lejos aquellos tiempos en los que el gran Boris Izaguirre ejercía de gurú. ¡Vuelve en ti, Isabel, que solo Shakira está en condiciones de convertir el despecho en arte!
Más de una hora de discurso
Después de esto, en París, los reporteros le gritaban a Vargas Llosa, “dice Isabel que has caído muy bajo”, y a Patricia, “¿qué te parece que Isabel haya filtrado tu carta diciendo que Mario te había puesto los cuernos treinta veces?” Pero en el fondo, y por mucho que se sintieran molestos, los Vargas Llosa no podían quejarse porque gracias a estas circunstancias ni en el mismo Perú se ha seguido con tanta devoción el acto de la Academia como en España. Aquí todos sabíamos lo que era el “habit vert” y los ritos de la ceremonia, que muchos visionamos hasta en directo.
El escritor hizo un discurso muy largo, en una lengua que no es la suya, y tiene 87 años. Si bien empezó de forma brillante, terminó adoptando un tono tan monótono que pudimos advertir con sorpresa que Patricia Llosa se quedaba dormida.
Al despertarse aplaudió con desgana y rostro malhumorado. Sin embargo, se rompió las manos celebrando el discurso del académico que dio réplica al padre de sus hijos. ¿Por qué? ¡Misterios de la vida!
El misterio de Juan Carlos
También se durmieron dos invitados, el escolta del rey e incluso el mismísimo emérito dio alguna que otra cabezada. ¡Juan Carlos! ¿Cómo explicar su asistencia a este acto? Que fueran amigos íntimos, como dicen algunos, sencillamente no es cierto.
El rey tiene un círculo de amistades del que el escritor nunca ha formado parte, es más, en un principio el propio Vargas Llosa solo habló de dos llamadas telefónicas que le hizo Juan Carlos hace años por cortesía: cuando adquirió la nacionalidad española y cuando le dieron el Nobel.
Solo puede explicarse esta invitación como una manera de atraer el interés de los medios y así contrarrestar la ausencia de Isabel Preysler, aunque la presencia incómoda del emérito haya ahuyentado invitados españoles de fuste.
Juan Carlos aceptó encantado porque todo lo que contribuye a darle relevancia le beneficia de cara a los tribunales ingleses y también a la opinión pública. Se le vio muy mejorado respecto al funeral de Constantino, es evidente que cuando está sin Sofía tiene mejor cara, y se hizo acompañar de la infanta Cristina, por cierto, muy guapa. Recordemos que se acaba de someter a un tratamiento estético en una clínica de Barcelona.
Reconciliación en duda
Pero, sin duda, quienes más han jaleado la ceremonia han sido los hijos del homenajeado a través de sus redes sociales. Entusiastas, no dejaban de poner fotos de su padre con comentarios elogiosos: “qué contento está”, “la familia lo arropa para su tranquilidad”, “el inmortal feliz”, “el abuelo disfruta”.
Dejando aparte que ser denominado abuelo le ha debido sentar como una patada a Vargas, inmerso en cuitas amorosas cual adolescente despendolado, la verdad es que no vimos ese ambiente de regocijo por ningún lado, y eso que eran imágenes tomadas en la intimidad de su casa. Al escritor se le veía taciturno, aburrido, frio, con una sonrisa impaciente (“papá, sonríe, por favor”). En una palabra: triste.
Patricia (de la que su hijo decía en un tweet: “Nadie merecía estar en primera fila más que ella. La mujer de su vida, dicen los cursis”) lució por su parte una expresión antipática en todo momento.
No vi entre los dos ni una mirada de complicidad ni, mucho menos, afecto, lo que me lleva a deducir que los hijos han confundido la realidad con el deseo y que Mario y Patricia no tienen ninguna intención de volver a casarse.
Ahora, al volver a Madrid y a la normalidad, veremos qué ocurre. Lo único cierto es que para bien o para mal, después de 52 años, Isabel sigue ocupando ella sola más portadas que todo sus maridos y amantes juntos. Y eso, no me negarán ustedes, tiene su mérito.