La maldición de las mujeres Grimaldi! La leyenda dice que una gitana la formuló a Rainiero I hace 700 años, “ninguna Grimaldi será feliz en el amor”. Y ninguna de ellas ha podido escaparse de este trágico destino. ¡Ni Grace Kelly, ni sus hijas Carolina y Estefanía, ni su nuera Charlene! Y ahora la maldición pasa a las nuevas generaciones. Carlota la brillante, Carlota, la intelectual de la casa, Carlota, la hija de Carolina y Stefano Casiraghi, ha roto su enésima pareja sentimental. Esta vez con Dimitri Rassam, su marido y padre de su hijo menor, porque parece ser que el poderoso productor anteponía sus películas y otras amistades a su familia. Harta de sentirse abandonada, Carlota lo ha dejado y ha iniciado un nuevo romance con otro hombre tan bohemio, seductor e inconstante como los anteriores, el escritor Nicolas Mathieu.
La sombra de Grace
A pesar del glamour que rodeaba a Grace como princesa de Mónaco, después de su dramática muerte se supo que hacía años que arrastraba una terrible depresión, y ella misma contó en una de sus últimas entrevistas que cuando cumplió 50 años dejó de mirarse al espejo porque no reconocía a la mujer que veía. Se sentía aislada en el pequeño principado, tenía una nostalgia tremenda por su país, sus hermanos y el mundo del cine, que era lo único que en verdad le había llenado, y las relaciones con sus hijos, los tres muy rebeldes, eran tensas, mientras que con su marido ya no tenía intimidad conyugal y se limitaban a figurar juntos en las ceremonias oficiales. Aun así, su muerte dinamitó a la familia de forma definitiva. En 2022, en el 40 aniversario, su hijo contó que “no hay día en que no hablemos de mamá y nos acordemos de ella, el dolor nunca se ha mitigado”.
Los amores de Carolina
Carolina, la hija mayor, que parecía haber nacido para el destino más alto, guapa, inteligente y carismática, cometió el error de enamorarse de la persona equivocada. Por mucho que sus padres le advirtieran de que un hombre que decía ser descendiente del mariscal Junot sin serlo no era de fiar, y que además no se sabía muy bien en qué trabajaba, se empeñó en casarse, aunque el matrimonio, como era de prever, solo duró un año, hasta que Philippe Junot se paseó en todas las revistas con una modelo llamada Giannina Faccio. La princesa, profundamente humillada, decidió divorciarse.
La que esto escribe ha tenido la oportunidad de conocer a tres parejas de la princesa. A Junot precisamente, cuando ya divorciado lo entrevisté en primicia cuando llegó a Marbella. Me pareció increíble que esa persona de físico corriente, arrogante y antipático hubiera enamorado a la princesa más bella de Europa. También conocí a Guillermo Vilas cuando vino a participar en un torneo de tenis. Fue un amor efímero de Carolina, duró solo cinco meses, pero muy apasionado, cosa nada extraña porque el argentino era sexy, divertido y culto. Se hicieron famosos sus sensuales rugidos cuando jugaba. Y, por último, estuve con su segundo marido, el gran amor de su vida, el hombre con el que hubiera querido envejecer, en un campeonato de lanchas off shore en Vilanova i la Geltrú en 1986. Stefano Casiraghi. Puedo decir sin dudar que es uno de los hombres más guapos y elegantes que he visto en mi vida. Su muerte, precisamente en una de esas canoas off shore, dejando a tres niños huérfanos, ha sido la gran tragedia en la biografía de Carolina. Su desgraciado matrimonio con Ernesto de Hannover y la dignidad con la que lleva su soledad despierta simpatía y compasión.
Charlene, princesa abatida
Más agitada ha sido la vida sentimental de su hermana Estefanía, con la que apenas tiene contacto. Hace años estuve en el Sporting Club de Montecarlo y un camarero español me contó que los niños de ambas no se conocían y jugaban separados. Estefanía ha enlazado una relación con otra, desde Paul Belmondo, un hijo de Delon, el piloto Alain Prost, varios actores de Hollywood, el estafador Jean Yves Lefur, el playboy Mario Oliver, hasta su guardaespaldas Daniel Ducret, con el que se casó, tuvo dos hijos y se divorció cuando lo fotografiaron practicando sexo con otra mujer en una piscina. Después tuvo una hija con otro guardaespaldas, vivió en un circo con el domador Franco Knie y se volvió a casar (un rato) con el acróbata medio español Adans Peres. Ahora vive dedicada a sus obras benéficas, entre las que está la protección de los animales. ¿Y qué decir de Charlene, la mujer de Alberto? Sus largas ausencias del Principado hacen sospechar de la solidez de su matrimonio, por mucho que tengan dos hijos. Un conocido que estuvo con ella en una entrega de premios automovilísticos me dijo que no había sonreído ni una vez, que su expresión era de absoluto abatimiento y que no hablaba con nadie.
Madre e hija, distanciadas
Carlota, sin embargo, ahora aparece muy sonriente con su nuevo amor. Y eso que su madre no la apoya porque, al contrario de lo que se dice, madre e hija no tienen un trato fluido. Carlota misma lo ha contado en una entrevista, “la relación con mi madre es ambivalente”, y le hace un reproche velado, “me ha enseñado que por muy bien que lo haga, nunca es suficiente”. Por la maldición gitana o por sus propias circunstancias, las Grimaldi podrían decir, como Borges, “he cometido el peor de los pecados... no he sido feliz”.