Tengo que confesártelo. Durante muchos años, me diste miedo. Te veía en la sala de invitados y me salía para no estar contigo. Me habían contado tantas cosas de ti, que temía que me ofendieras de alguna manera tortuosa que no era siquiera capaz de imaginar. Sí, pero…
Un día me contaste un episodio de tu vida con inesperada nostalgia y dulzura, nos pusimos a hablar de libros y me di cuenta de que coincidíamos en nuestros gustos, y a partir de ahí hemos tenido una relación a distancia, pero cariñosa y llena de respeto por ambas partes. Aunque no lo parezca, eres vulnerable, sincero y generoso, hasta el punto de que, en estos días de tribulación, me has dicho “me preocupa ella… yo estoy razonablemente bien”. Makoke, encontrarás otros hombres porque eres joven, guapa y lista, pero que sepas que ninguno será como Kiko.