Maite Galdeano. El grupo de madres que va a los platós a defender a sus hijos se divide en dos. Las finolis, que son la mamá podóloga de Alejandro y la mamá no sé profesión de Antonio Tejado, y en el otro grupo estás solo tú. ¡Eres pueblo y solo pueblo, Maite querida! Por eso me caes bien.
Sí, pero…
¡Mujer, modérate, que esas imágenes tuyas cogiendo por el cogote a Sofía me dan hasta miedo! ¡Me recuerdan el cuadro de Goya Saturno devorando a su hijo! Y cuando te pones a gritarle consejos desatinados con voz de ultratumba y gestos feroces, temo que te dé un parraque y caigas al suelo agitando las piernas. Yo no te pido que seas una copia de Carolina de Mónaco, pero colocarte en un segundo plano y tratar de pasar desapercibida no le iría mal a tu hija. Va, una semana. Un día. Un ratito.