Lástima que los Juegos Olímpicos sean solo cada cuatro años! Este pensamiento debe haber pasado por la cabeza de Felipe, Leonor, Sofía y sobre todo Letizia. Porque este año, gracias a los Juegos, la reina ha podido escaquearse de su “veraneo” en Mallorca, sin necesidad de inventarse tareas en Madrid o excusas indemostrables para acortar su estancia al lado de su suegra y con la posibilidad, ¡horror!, de que aparezca por allí alguna de sus aborrecidas cuñadas. “¡Me voy a los Juegos!” le gritó el martes a Felipe y se fue a París, donde se entregó en cuerpo y alma a apoyar a nuestra selección. Waterpolo, atletismo, tenis, baloncesto... en todas partes se mostró tal como es ella en realidad, lejos de toda la parafernalia protocolaria y el malhumor que le provocan las situaciones incómodas: alegre, bromista, llena de energía, divertida. ¡Ni siquiera le dolían los pies!
Sin tutelas, sin cargas, sin marido, sin suegra... Con unas gafas clásicas de los años 60, que se han agotado en todas las tiendas, vestida con camisetas de manga corta y pantalones vaqueros, con los brazos en jarras, riendo a carcajadas o apretando los puños para animar a las jugadoras, Letizia, libre y ligera de equipaje como las hijas de la mar, como decía Antonio Machado, ha conquistado a todos los ciudadanos.
¿Y qué decir de Felipe? Se ha colocado sus bermudas descoloridas, su gorrita y esos polos viejos que año tras año guardamos en nuestra casa de la playa para dedicarse en cuerpo y alma a su afición favorita: navegar. “Yo no puedo explicarme a mí mismo sin el mar”, decía su abuelo, viejo marino con anclas tatuadas en los brazos. “El mar me da paz y energía a la vez”, declaraba su padre que aún hoy, a los 86 años, continúa regateando. Pero Felipe hasta ahora debía arañar algunos días sueltos para conseguir navegar, ya que ni su mujer ni sus hijas son aficionadas a la vela.
Lejos quedaban aquellos veraneos de dos meses con sus primos y amigos íntimos que hacían protestar a su padre, “¡Marivent parece un hotel!”. Así pues, esta semana, “soltero” en Mallorca, Felipe ha estado en la gloria. Salidas en barco mañana y tarde para entrenar, cenas con amigos discretos, retomar viejas amistades... La imagen de Felipe cantando ‘Un barco llamado libertad’ de José Luis Perales en el Club Náutico dice mucho de sus sentimientos, nunca lo hemos visto tan divertido y natural al lado de su mujer, ni hemos advertido entre ellos la complicidad que tiene con su grupo.
De la reina Sofía a sus nietas Leonor y Sofía
¿Y qué decir de doña Sofía? Después de desplazarse con el Falcon a Grecia para despedir a su primo Miguel, ha regresado a Mallorca rápidamente para tener a su amado hijo para ella sola. Incluso se embarcó en un buque de la armada para seguir la regata de su hijo, algo que no hacía desde hace seis años, se supone que para no opacar a su nuera. Hasta hablaron por teléfono de barco a barco, algo un poco absurdo ya que teóricamente conviven en el recinto de Marivent, pero que no deja de ser un detalle cariñoso.
El rey y su equipo quedaron segundos con el Aifos, pero a ella le daba igual porque su Felipe es el primero en todo. Decían que se la notaba triste, pero yo la he visto absolutamente feliz, tanto como en los años remotos en los que posaba con su adorado hijito y decía con gesto arrebatado, “¡estoy enamorada de él!”. En esta semana en que Letizia les ha dado libre, madre e hijo seguramente han compartido muchos momentos entrañables, hablando en inglés, por supuesto.
¿Y Leonor y Sofía? ¡Pues lo mismo! ¡Agradeciendo al barón de Coubertin que se le haya ocurrido crear en 1896 los Juegos Olímpicos modernos! Porque después de pasárselo genial en París, asistir a las pruebas de waterpolo, natación, hockey, balonmano y pimpón y dar esa deliciosa y espontánea imagen de chicas normales que tantos corazones se han ganado, se han podido retirar discretamente a ese territorio que suele llamarse vida privada. ¿Han estado con sus novios respectivos? ¿En Mallorca o en Madrid? ¿Han sido invitadas a casa de algunos amigos? ¿Han pasado unos días quizás con su familia materna? No lo sabemos, pero cuando la reina las relevó en París, dejamos de preguntarnos por su abrupta desaparición.
Volvió la incomodidad
El sábado por la noche, en Ses Voltes, Felipe entregó los trofeos del Premio de Vela Mapfre en solitario, aunque Letizia hubiera podido acudir perfectamente ya que había abandonado París, pero en lugar de dirigirse a Mallorca prefirió irse a Madrid. Con la camisa desabrochada dos botones, bronceado, sonriente, el rey provocó que alguna fan enfervorecida le gritara “¡guapo!” Posó con los miembros de su equipo, casi todos militares, entre los que hay dos mujeres, y después disfrutó de la calurosa noche palmesana con algunos amigos. Claro que esta familia distendida, fresca y moderna que ha asombrado al mundo, se convirtió en otra en la cena del domingo en el restaurante Mía, en el puerto de Palma. Volvimos a ver a Letizia tensa y seria, Leonor y Sofía empujaban innecesariamente las sillas de unas personas que apenas deben conocer y tratar, mientras un Felipe severo y ceñudo daba el brazo a su madre. Doña Sofía tiene muchas tablas en eso de las situaciones incómodas y era la única que sonreía, imperturbable, como siempre. Las medallas de oro ganadas estos días atrás por la familia real con todo merecimiento, se convirtieron en bronce en tan solo una noche por culpa de Dios sabe qué.