El posado real. Todos muy guapos, pero año a año se produce un extraño fenómeno: a medida que las niñas crecen, Letizia mengua y se la ve más menudita. A las siete, la luz es muy favorecedora y, además, “se está a tiempo para abrir los telediarios, aunque es mortal para los plumillas, no llegamos al cierre”, se me queja una veterana. Ella me confiesa también el peculiar comportamiento de Letizia con los periodistas: “Cuando nos encuentra en Mallorca, a los del sector adepto les estrecha la mano fuertemente y con entusiasmo, mirando a los ojos... A los que molestamos por alguna crítica, nos gira la cara y nos ignora”. Arguyo que en Marivent saluda uno a uno, y la colega sonríe traviesamente: “Ahí no puede escaquearse, pero emplea la siguiente táctica. Te da la mano blanda y va hablando a gritos con alguien que está a dos lugares detrás de ti sin dirigirte ni una mirada...”. ¡Se lo habrá enseñado la reina Sofía, que, según me contaba el fotógrafo Oriol Maspons, te reñía cuando te daba la mano! “Te la tiraba abajo si se la dabas demasiado alta, la subía a tu boca para que la besases, pero si acercabas demasiado los labios, te la retiraba bruscamente, aun a riesgo de desmembrarte... Y lo hacía con su sonrisa imperturbable, mientras tú estabas queriéndote morir de vergüenza”.