Llovía a cántaros sobre Madrid aquella madrugada del 31 de octubre de 2005 cuando nació Leonor. Dos semanas antes Letizia había tenido falsas contracciones y, como creyó que el episodio se repetía, primero no hizo caso hasta que se dio cuenta de que estaba de parto y Felipe y ella se fueron rápidamente a la clínica Ruber en un furgón con los cristales tintados. A las seis de la mañana dejaron entrar a los periodistas para la comparecencia del entonces príncipe de Asturias. Vestido de forma impecable, como si acabara de asistir a un acto oficial, y recién afeitado, en ningún momento, a pesar de la emoción que lo embargaba, dejó de referirse a su mujer como la “princesa”.