En el edificio de la Diagonal donde estaban los estudios de televisión, precisamente, un día comí con Fede y Xavier Sardá, que me contaron lo que había representado su hermana mayor, la actriz Rosa María Sardá, en sus vidas. Los padres de los cinco hermanos Sardá eran personas sencillas, el padre payés y la madre enfermera, y murieron jóvenes. A los chicos los crió Rosa María, que actuaba en centros parroquiales por muy poquito dinero y llegó a limpiar casas para mantenerlos y poder darle a Xavier la primera carrera universitaria de la familia. A Rosa María, conmovida hasta las lágrimas, la ha entrevistado Antonio García Ferreras estos días de pesadumbre en la Sexta. Contó que había estado con decenas de miles de personas en la plaza Catalunya gritando ‘no tinc por’ y se despidió con un “salud y emancipación” que ha despertado la ira, el insulto y la mofa de los intolerantes. No puedo imaginar la pena de los Sardá ante estos crueles ataques a su querida hermana, quizás alguien piense que es un dolor pequeño al lado de tantos grandes, pero no puedo dejar de recordar hoy este poema de Miguel Hernández, y con él me despido: “Tristes guerras si no es amor la empresa, tristes, tristes. /Tristes armas si no son las palabras, tristes tristes./ Tristes hombres si no mueren de amores, tristes, tristes”.