Pilar Eyre

Pilar Eyre

Pilar Eyre y Julio Iglesias

Julio Iglesias me apretó rudamente, pecho contra pecho

Julio Iglesias me decía con coquetería: “Flaca, al verte me he vuelto de pronto hombre de una sola mujer… ¡Estoy acabado!”. Pidió un Vega Sicilia. No tenían y, entonces, dijo: “Whisky Chivas”. Se levantó de golpe, cogiéndome de la mano: “¿Vienes al hotel? Quiero que escuches mi próximo disco”. Él decía disco, como yo, y niqui y bôite, palabras de nuestra generación. Nos reíamos como chiquillos hablando de aquellos tiempos. ¡Los guateques! ¡La virginidad!

El jardín estaba muy oscuro. Me puso unos cascos enormes para escuchar las canciones, no recuerdo cuáles eran. Julio me miraba fumando incesantemente, silencioso, dando tragos a su copa. De vez en cuando, se echaba el pelo hacia atrás, con los cinco dedos abiertos. Sentí frío de pronto, y él se sacó la camiseta y me abrigó con ella. Se quedó desnudo de la cintura para arriba. Estaba delgado y fibroso. Llevaba una crucecita de oro enredada en el vello del pecho y una línea oscura le bajaba desde el ombligo. Nos abrazamos un instante. Olía bien, no a colonia sino a tabaco, a alcohol, a sudor limpio. Me dijo con voz enronquecida: “Flaca…”. Me apretó rudamente, pecho contra pecho. No pasó nada más, pero vive Dios que me hubiera gustado. ¡No hicimos el amor, pero fue una noche de amor!