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Jaime Ostos, a principios de los ochenta, tenía el encanto turbio de lo que entonces se conocía como hombre hombre. Moreno de verde luna, con la voz afónica de los grandes vividores, era el amante de la riquísima y exótica Lita Trujillo. En Madrid vivían en la fabulosa casa de Lita en la Moraleja y en Marbella en La Truhana, un chalé frente al mar que luego alquilaron a la emperatriz Soraya, donde te abría la puerta un criado con chaquetilla de rayas. Lita era una bellísima exactriz de Hollywood, inteligente, culta, espiritual, viuda del hijo del dictador dominicano Leónidas Trujillo, y poseía, según rumores, una fortuna inmensa.