El 18 de diciembre, miércoles, Iñaki Urdangarin podrá salir a la calle con su primer permiso. Si se porta bien, se le concederá inmediatamente un segundo grado 100.2, que es como un tercer grado ‘light’, el mismo que tiene Oriol Pujol: dormirá en la cárcel, pero pasará el día fuera. ¿Dónde? No en Zarzuela, evidentemente, la Casa Real lo considera un elemento altamente tóxico. Tampoco en Barcelona, ya que los responsables carcelarios no van a permitir que un Borbón consorte se aloje en sus prisiones.
Son momentos complicados también para la infanta Cristina, que en el fondo teme regresar a España, puesto que aquí no podrá contar con la protección que le ofrecen las autoridades suizas. Me cuentan una anécdota muy significativa: cuando Cristina salió de Barcelona con sus hijos, en furgoneta y un remolque con sus cosas, los siguieron un par de coches de fotógrafos. La infanta, angustiada, llamo a la Fundación Aga Khan comentándoselo. “No se preocupe”, le respondieron flemáticamente. A llegar a la frontera suiza, la infanta y su familia pasaron con total tranquilidad, y los periodistas estuvieron cuatro horas retenidos y ¡hasta les abrieron los tubos de pasta de dientes! Una de las posibles soluciones sería que Iñaki pidiera el traslado a la prisión de Álava, Zaballa, la antigua Nanclares de Oca. Es la más moderna de España y las celdas son muy amplias. Pasaría la jornada en casa de su madre, incluso la infanta podría alquilar un piso, hay que tener en cuenta que gran parte de su trabajo se realiza online.
Cuando Iñaki obtuviera el tercer grado, en julio de 2021, con una pulsera telemática podría llevar una vida normal, solo durmiendo en prisión los fines de semana. En la actualidad, se mantienen conversaciones frenéticas entre abogados, Casa Real, Cristina y su marido, ¡y saltan chispas! ¡El caso Urdangarin es un auténtico dolor de cabeza para la monarquía! Iñaki está saldando su deuda con la sociedad, pero, al parecer, no es suficiente.