Pilar Eyre

Pilar Eyre

Victoria Federica Irene Urdangarin
Gtres

"El errático rumbo de los hijos de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin"

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Ha nascut el primer fill dels ducs de Palma/Ha nacido el primer hijo de los duques de Palma”. Así, en catalán y castellano, se comunicó el nacimiento de Juan Urdangarin Borbón, en la madrugada del 29 de septiembre de 1999. Un día otoñal, tibio y dorado, que Iñaki y Cristina nunca olvidarán. Iñaki iba al volante del coche que los había llevado hacía cinco horas a la clínica Teknon, tan nervioso que después confesaría “no sé ni cómo pude conducir”, porque la infanta tenía dolores de parto, pero aun así lo tranquilizaba, “todo irá bien”. La ingresaron inmediatamente en el quirófano y dejaron pasar a Iñaki con bata y mascarilla solo después de que el doctor García Valdecasas le advirtiera, medio en serio y medio en broma, “espero que no te desmayes”. Iñaki luego contó a los periodistas con lágrimas en los ojos, “he vivido muchas cosas bonitas con la infanta, pero nada como estos diez minutos que nos han cambiado la vida... es algo tan emocionante que no se puede explicar”. La reina Sofía, recién llegada de París, donde asistía a un festival de ballet, esperaba en la antesala. Era su segundo nieto ya que once meses antes había nacido Froilán, el hijo de Elena, y comentó informalmente a los periodistas que, “se llevan tan poco que serán muy amigos además de primos”. No sabía que, hoy, veinticinco años después, los primos apenas se han tratado.

Cristina permaneció dos días en la clínica. El primer regalo fue un carnet del Barça para Juan, y una de las primeras visitas, la directora de la Escuela Lenoarmi, pionera en la formación física y mental temprana de los niños. Cristina se había documentado mucho durante el embarazo y tenía muy claro lo que quería para sus hijos. Una buena educación, que fueran deportistas y buenas personas. Al cabo de un año nació Pablo y después Miguel. Con los tres pasó lo mismo. Iñaki, que ya había dejado el balonmano y se había convertido en un hombre de negocios, posaba con su mujer y el bebé en la puerta de la clínica con expresión de felicidad. Una felicidad que llegó a su máximo con la deseada niña, Irene.

Como sus hermanos, fue bautizada en los jardines de la Zarzuela por el obispo de Madrid. Felipe ya se había casado y Letizia estaba embarazada de cinco meses. Para tan magna ocasión se tiró la casa por la ventana y se invitó a un centenar de personas. De forma natural, dada la amistad que tenían con la pareja, Cristina le pidió a su hermano que alojara a sus suegros. Aunque Felipe dijo que sí, Letizia se negó en redondo, no se encontraba bien y no quería estar con personas que apenas conocía. Ahí empezaron las desavenencias ente Letizia y Cristina, y de esa forma tan sutil empezó a resquebrajarse la familia real española. Pero en Barcelona aún todo era dicha. 

Educación estricta y exigente en el Liceo Francés, esquí, vela, tenis, judo, actividades extraescolares, fiestas con los amigos... Misa dominical en San Odón... Era una familia de película, esta periodista los vio muchas veces en el parque Santa Amelia, la infanta leyendo libros de Paulo Coelho, y su expresión de arrobo y la de sus hijos cuando llegaba el padre a recogerlos.

Víctimas de bullying

Pero cuando empezaron los rumores sobre las irregularidades económicas de Iñaki, todo saltó por los aires. La familia empezó a recibir desplantes, se negaban a darles albornoces en el Tenis Barcelona hasta que se les comunicó que se les revocaba el título de socios de honor, dejaron de invitar a los niños a las fiestas de cumpleaños, en las reuniones de padres del colegio se les llegó a afear su conducta y la infanta, que iba muchas veces a buscarlos personalmente, dejó de hacerlo. La vergüenza máxima fue cuando Iñaki acompañado de Juan, fue recibido al grito de “cuidado con los bolsos” en una panadería cercana a su domicilio. Su casa estaba rodeada de periodistas, alguna vez la infanta intentó salir con sus hijos, pero tuvo que volver a entrar porque los niños, asustados, se echaban a llorar.

Huyeron a Washington, pero en el colegio había también españoles que contaron a los otros niños que el padre de los Urdangarin era un ladrón, sufrieron bullying y Juan tuvo que recibir ayuda profesional. Regresaron a Barcelona para afrontar el juicio y la situación resultó tan infernal que entonces fue toda la familia la que necesitó apoyo psicológico. Los niños tenían 14, 13, 11 y 7 años. Después, Ginebra, nuevo cambio de colegio, soledad, desarraigo... Juicio y prisión para el padre, convertido en el chivo expiatorio de la familia. ¿Qué hijo puede sobrevivir a eso sin secuelas, por muchos esfuerzos que haga la madre, que, a su vez, también tiene que sentarse en el banquillo de los acusados?

Todos en casa de la abuela

No es de extrañar el errático rumbo que han tomado los hijos de Cristina e Iñaki. Nadie sabe muy bien qué han estudiado. La carrera de Ciencias del Mar, que ha cursado supuestamente Miguel, nunca se ha concretado en nada, ya que de repente se fue a Ginebra para ser ¡monitor de esquí! Y después misteriosamente estos planes desaparecieron y Miguel se ha ido a vivir con su abuela a Madrid, bastante lejos del mar, por cierto, para hacer sabe Dios qué. De Juan se ignora todo, desde la formación que ha tenido hasta en qué consistía ese trabajo con Alejandro Agag en Londres, y si lo dejó voluntariamente o si fue despedido. Lo único que sabemos es que se ha ido a vivir también con su abuela a la Zarzuela, sin ninguna perspectiva laboral, a pesar de que ya tiene 25 años. Lo mismo que su hermana, la tan deseada Irene, cuya única ocupación durante el año que ha vivido en palacio ha sido sacarse el carné de conducir.

¡Que no se parezca a Victoria Federica! decíamos echándonos las manos a la cabeza, porque antes los hijos de Elena eran los “malos” y los de Cristina los “buenos”. Pero Froilán y Victoria Federica son independientes y se ganan perfectamente la vida y, sin embargo, de los cuatro hijos de Cristina, tan solo uno tiene actividad laboral, aunque es difícil creer que Pablo viva con el sueldo de tres mil euros al mes que recibe de su club.

La casa de la abuela, en realidad no es de la abuela sino de todos los españoles, ya que es propiedad de Patrimonio Nacional. Hay 600 empleados, a cargo también de Patrimonio, contando jardineros, seguridad, personal de cocina, limpieza, etc. Las habitaciones de Juan Carlos siguen como las dejó, con sus trajes, sus uniformes en los armarios y el cuarto acondicionado para su espléndida colección de relojes, en la que 
hay ejemplares únicos como el Patek Philippe Grandmaster Chime, el Grand Complication de Audemars Piguet y el Rolex tachonado en brillantes, desde la correa hasta el reverso, que le regaló el rey Fahd. En ese edificio tiene Felipe su despacho y sala de audiencias. Doña Sofía y su hermana Irene poseen sus propios apartamentos y la casa se hace pequeña para albergar a tantos nietos, ya que Victoria Federica también vive allí. ¡Lo que deben ser aquellos pasillos por la mañana! ¿Y en la noche, los nietos juerguistas llegando a las tantas? Como todos ellos tienen por nacimiento el tratamiento de excelentísimo y están en la línea de sucesión de la corona, me los imagino haciendo reverencias y bromeando como los chicos jóvenes que son. Daría risa si no diera cierta lástima.