Pilar Eyre

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La entereza de Sofía se ha roto

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Cuando los hijos corrientes queremos expresarle cariño a nuestra madre le regalamos una pequeña joya. Pero cuando se trata del rey, el regalo a su madre es el Toisón de Oro, la más alta condecoración española. Felipe se lo ha concedido a Sofía “por su dedicación y entrega al servicio de España y de la Corona”.

Por muchos que sean los méritos de la reina, creo que todos los ciudadanos comprendemos perfectamente que su principal servicio a la Corona ha sido no ponerle la maleta en la puerta a su marido, pese a sus continuas y públicas infidelidades y humillaciones.

Según me contaron amigos de la pareja cuando escribí su biografía, la intimidad conyugal se terminó justo después de la concepción de Felipe. El rey, al que le gustaban todas, dejó de encontrar atractiva a su mujer y la reina estaba encantada de poder evitarse las desmesuradas exigencias de su marido. Y se hizo efectiva separando camas y habitaciones cuando un frío día de enero del año 1976 la reina sorprendió a Juan Carlos en flagrante adulterio.

El rey había ido a cazar con unos amigos a los Montes de Toledo, y cuando el sábado por la mañana doña Sofía decidió darle una sorpresa con sus hijos, no se esperaba encontrarlo con otra mujer en uno de los dormitorios de la casa de los anfitriones. Con una aristócrata sevillana, por más señas.

Grandes peleas

Primero Sofía quiso separarse, pero fue su madre, la exreina Federica de Grecia, la que le indicó que, si bien podrían suplantarla como mujer, nunca podrían suplantarla como reina, y esa certeza le ayudó a sobrellevar su situación, aunque imponiendo sus condiciones.

Obras en el palacio para alojar las habitaciones cada una en un ala distinta, exigirle a rey que limite sus aventuras extraconyugales y que las lleve a cabo con la mayor discreción y respeto máximo a la Zarzuela como espacio familiar. Cabe decir que el rey solo cumplió, encantado, la primera condición. Porque sus aventuras fueron constantes –un pariente me dio la cifra de 1.500–, fueron públicas y notorias, yo misma lo he visto con alguna de ellas en Barcelona, y muchas visitaron Zarzuela.

¿Se enteró la reina? Se enteró, aunque, como decía Sabino, “no sabe si son muchas o es una muy paseada”, porque allí donde fueren, el valle de Arán, Granada, Madrid, Barcelona, Mallorca, incluso cuando visitaba en Pamplona a su padre y se alojaba en el hotel Blanca de Navarra, se hacía acompañar por la amante de turno. En las cacerías los organizadores invitaban a mujeres para entretenerlo, si no las llevaba él puestas, y, a medida que envejecía, Juan Carlos fue volviéndose cada vez mas cómodo y menos discreto hasta el punto de pasear libremente por Mallorca con Marta o alojar a Corinna muy cerca de Zarzuela.

No debemos pensar que la reina no sufría, porque conocemos las grandes peleas del matrimonio. Por ejemplo, cuando estuvieron en Barcelona por los JJOO. Se alojaban en el palacio de Pedralbes y una persona del servicio me contó que la reina esperaba despierta a Juan Carlos, que llegaba de madrugada, y que sus voces se oían hasta en la Diagonal. Le pregunté en que idioma se gritaban, “en inglés, pero los insultos eran en español muy castizo”. Pero nada trascendía, al día siguiente la reina echaba mano a su sonrisa de Gioconda y era capaz de estar al lado de Juan Carlos como si su vida fuera una balsa de aceite. Incluso en la época Corinna, cuando el rey estuvo a punto de divorciarse para casarse con ella, no apeaba su sonrisa, se ponía el anillo de bodas y, cuando estaban juntos, hasta fingía hablarle con cariño.

La gota que colmó el vaso

Solo una vez se dejó llevar por sus impulsos y fue cuando demandó a la empresa de contactos Ashley Madison por llenar Madrid de pancartas con su retrato y la leyenda  “gracias a Ashley, la reina ya no está sola” (yo acababa de publicar ‘La soledad de la reina’). Pedía una peseta de indemnización y que se retirasen los carteles.
De todas formas, esta aparente entereza se ha quebrado en este último año. Las declaraciones de Barbara Rey la han hundido en la miseria y Sofía ha estado profundamente triste y abochornada. Aunque lo curioso es que su enfado va en contra de la vedette en lugar de contra su marido. No entiende cómo cuenta estas cosas tan horribles, y ha dejado de ver televisión o leer revistas, algo a lo que era muy aficionada, para no encontrarse con la puñalada trapera de unas nuevas declaraciones.

Una ceremonia esperada

Ha sido seguramente por ese motivo por el que Felipe ha decidido concederle el Toisón, aunque alguien podría pensar que es como poner una tirita en una herida gangrenada. Esta distinción, de momento, solo ha salido mencionada en el BOE y esperamos con nerviosismo el día de la ceremonia solemne en la que se le otorgue realmente. ¿Aludirá el rey en su discurso a la paciencia de su madre sacrificando su vida íntima por la Corona? Ha estado cincuenta años no solamente sin el afecto de su marido, sino soportando ignominias sin fin, burlas, titulares, comentarios públicos y lo que es peor, que las amantes de su marido salgan jactándose en las revistas y televisiones. Pero, eso sí, será reina para siempre y le podrá decir a Federica, cuando se la encuentra allá arriba, “madre, deber cumplido”. ¡Triste consuelo!